Se trataba del último partido de Philadelphia como local en 2012. El rival en el Wells Fargo Center: Atlanta. La dirigencia de la franquicia locataria había prometido, a modo de regalo de fin de año, que si su equipo anotaba 100 puntos le regalarían una hamburguesa a cada uno de los 18 mil espectadores que fueron al estadio.
A falta de 23 segundos, el partido iba 99-80 a favor de los Sixers, que además tenían la posesión. Solo había que anotar un punto más. Sin embargo, desde el banco, Doug Collins comienza a hacerles señas a sus jugadores para que no ataquen más. Esto es algo común en el básquetbol cuando el partido ya está cerrado, pero esta ocasión era especial. El público, indignado, comenzó a abuchear a los jugadores, quienes señalaban hacia el banco, indicando que acataban órdenes. El técnico no entendía nada.
Ya en conferencia de prensa, a Collins le informaron de la singular promesa. Entonces tuvo un gran gesto: prometió pagar la ronda de 18 mil hamburguesas -a razón de cuatro dólares la unidad- de su bolsillo. Final feliz para los fanáticos de Philadelphia.
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