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El tatoo que marcó la vida de Giménez

El juvenil se tatuó la fecha de su debut con la selección y contó a El Observador las vivencias de una noche inolvidable
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11 de septiembre de 2013 a las 20:33

José María está sentado en un local de tatuajes en plena galería sobre 18 de Julio. Pasa desapercibido. Es un muchacho más que se apresta a dejar en su piel una huella para toda la vida. Claro que el tatuaje que se realizará no es uno más. Dice “10 de setiembre de 2013”. Es el día de su debut con la selección uruguaya en las Eliminatorias. Fue en el Centenario, ante 50 mil personas y marcando a uno de los jugadores más caros del mercado europeo como Radamel Falcao.

José María Giménez, con la frescura que lo caracteriza, contó a El Observador las vivencias de una noche inolvidable.

Claro que antes hubo una semana previa. Y detalles que el futbolista no pasa desapercibidos, porque, al igual que el tatuaje, lo terminan marcando.

Los primeros síntomas de que algo fuera de lo común podía suceder en su vida se produjeron en la semana: “Sinceramente nunca me confié de qué jugaba. Se hablaba de que podía hacerlo pero existía la posibilidad de que pusiera a Eguren. Después citaron a Velázquez y a Gastón Silva. Ellos me apoyaron porque saben cómo llegarme. Pero mi mamá y mi novia Regina me preguntaban si jugaba, y yo no sabía nada”.

Aquella tarde, luego de enterarse que jugaba, buscó presurosamente el teléfono. “La primera llamada fue a mamá, para confirmarle, y ella se encargó de informarle a papá, porque me olvidé del número de España para llamarlo”, dijo con total desparpajo.

El viaje al Estadio, la salida a reconocer la cancha, el himno, son todos detalles que no olvida.

“Hicimos la visita habitual a la cancha para ver los tapones con los que iba a jugar. Yo tenía pensada una medida que son 11 adelante y 13 atrás, un poco altos. En eso me arrimé a la Colombes y la gente me empezó a cantar. Lugano me dijo que me quedara tranquilo, que me concentrara en lo mío y no mirara a las tribunas”.

Lentamente se avecinaba el momento de la verdad. Giménez pensó que debutaría con la blusa número 6. Pero se sorprendió cuando recibió la 2 de Lugano.

“Yo no le pedí la camiseta. Sinceramente hasta segundos antes de salir pensé que iba a jugar con la 6. Me quedé contento porque iba a defender una camiseta que no es la de cualquiera, es la del capitán”, contó a El Observador.

Los equipos salieron a la cancha. Se formaron y se dispusieron a entonar lo himnos. Fue un momento de emociones. “El himno fue muy particular. Lo viví distinto que en el Mundial Sub 20. Es que acá había 50 mil personas cantando. Me emocioné mucho y hay una foto en la que se nota que me salen un par de lágrimas”.

El tatuador Nacho Debia interrumpe y le dice: “Mirá que te puse setiembre sin la p, a la uruguaya”. Y Giménez responde: “Sí, tranquilo, soy uruguayo”.
“La primera pelota que me dan se me va por abajo del pie. Esa jugada me hizo darme cuenta de que no puedo estar mirando todo e intentar hacer todo a la vez. Antes de pararla quise mirar a Falcao y a Scotti y no me dio tiempo para mirarlos a los dos y parar la pelota. Me di cuenta de que Scotti me la devolvió como diciendo, dale gurí, voy al frente con vos”.

“Ahora los va a molestar un poco el ruido de la máquina”, dice Debia. Y le habla a Giménez. “Te hago una pruebita para que me digas cómo te sentís (si le duele)”. Pasa la máquina. “¿Qué tal?”, pregunta el tatuador. “Tranqui”, responde el jugador.

En la cancha se cruzó con el promocionado Falcao. Y un par de hechos marcaron la pulseada. “Falcao de entrada me clavó la mirada y yo lo miré fijo sin desviar la vista. No podía achicarme, tenía que hacerme el pesado (se ríe). Después, para distraerlo le decía cosas como, por ejemplo, en un ataque le digo: ‘¿Tenés auto en Madrid?’ Y me miró como diciendo, y este muchacho de que me habla”.

En eso suena el teléfono. Su madre le avisa a la novia de José que debían partir con destino a la Embajada de España. “¿Dónde queda? ¿Cuánto pongo hasta ahí?”, pregunta Giménez.

El tatuador le pone una cinta para proteger su obra. Giménez le da la mano al fotógrafo y al periodista. Encara al tatuador: “¿Querés que te deje un adelanto de plata?”. Y baja la escalera con el torso desnudo. “Pedí un taxi”, le grita a su amiga. Y sale con la misma velocidad con la que construye su carrera dejando una frase que lo pinta de cuerpo entero: “Afuera de la cancha sigo siendo un niño”.

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