Tenía que ser en Inglaterra, donde a esta altura deben estar pensando en no permitirle más la entrada ¿Qué tendrán las tierras de la reina? Vaya uno a saber. Seguramente es la motivación de tantas noches de amargura, de sentir que lo perseguían, de que su talento y goles no alcanzaba para ganar respeto y reconocimiento.
Pasó en el Mundial, con aquellos dos maravillosos goles con la celeste jugando en una pierna. Y pasó ayer, en Manchester: el uruguayo tuvo su noche de gloria, con su primer doblete en partidos oficiales para la victoria de Barcelona 2-1 ante Manchester City. Justo ante Joe Hart, el mismo arquero que lo sufrió en el Arena Corinthians aquel 19 de junio.
Sí, estaba jugando cada vez mejor. Sí, ya era una pieza clave de la estructura de juego y sí, también había empezado a sumar goles. Pero ayer lo que apareció por primer vez con la camiseta culé fue ese Suárez con instinto asesino. Ese que va a todas, que pone los codos, que putea, que se queja, que hace faltas, que grita a los compañeros. Ese que es insoportable para los rivales. Que quizás por respeto, por controlar sus impulsos que lo llevaron a la mordida y a la sanción o por encandilamiento con el Camp Nou, se había transformado en un gran jugador, pero sin instinto asesino.
Ayer Barcelona fue Suárez: todo agresividad, presión, despliegue. Todo búsqueda del arco contrario, como ha sido la versión que impulsa Luis Enroque: vertical, sin toqueteo excesivo. Y que no se pone colorado cuando se tiene que dejar a los 11 jugadores detrás de la línea de la pelota.
De todos modos no lo necesitó, porque fue el uruguayo el que impuso el ritmo: inventó el primer gol, cuando siguió un pase de Messi que rebotó en Kompany. Suárez al 100%: forcejéo, ganó la oposición y definió de primera y de zurda, cruzado para el 1-0.
El gol inyectó a Barcelona, que se quería sacar la rabia de la derrota del sábado ante Málaga y pasó a dominar el partido, hasta llegar al segundo gol, con Suárez en su versión más completa: primero asistiendo a Jordi Alba por la punta, y luego corriendo al área chica a definir como 9 pescador: sutil cambio de dirección a la pelota, para poner el 2-0 y firmar su actuación más decisiva desde como culé. Erró dos más, así como varios de sus compañeros, que pudieron haber sentenciado la serie en ese primer tiempo.
Fue lo que le faltaba para volver a ser aquel Suárez de Liverpool y la selección uruguaya. Después tuvo alguna más, pero además se movió por todos lados: arrancando como 9 bajó hasta la línea de volantes para ofrecerse como ayuda permanente. ¿Le suena?
Al final Manchester aceleró y llegó al descuento, pero pocos minutos después Clichy se fue con roja y Barcelona tuvo todo para el tercero, al punto que Messi erró un penal en el minuto 93’.
Tal vez estas líneas sean exageración, y en realidad a Suárez solo le faltaba mandarla a guardar seguido. Pero permítame sospechar: ayer apareció el Suárez que estaba enjaulado.
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