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El Puente argentino

No solo renació de sus cenizas: unió a un equipo que siempre había sido una lucha de egos
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30 de noviembre de 2016 a las 05:00
Durante mucho tiempo temió no poder volver al tenis de alto nivel por sus problemas de muñeca, pero Juan Martín Del Potro ha podido resurgir de sus cenizas: su segunda parte de 2016 y la conquista de la Copa Davis el domingo confirman que está de vuelta.

"Es un momento inolvidable, mucho más fuerte que todo lo que ya viví en el año", admitió el domingo Del Potro tras su impresionante victoria ante Marin Cilic, en el cuarto punto de la final. El tandilense había perdido los dos primeros sets y Argentina estaba a punto de hundirse en la final, pero se rehízo y ganó las tres mangas siguientes para imponerse 6-7 (2/7), 2-6, 7-5, 6-4 y 6-3.

Incluso acabó con una fisura en el dedo meñique de su mano izquierda, para añadir más épica a lo conseguido.

El renacido

El hombre que ganó el Abierto de Estados Unidos de 2009 y fue número 4 del ránking a principios de 2010 había caído hace apenas unos meses por debajo del puesto mil, debido a sus problemas con las lesiones y con la muñeca, que marcaron sus últimos años e hicieron temer por una retirada prematura.

Pero 2016 quedará como el año en el que Del Potro volvió a ser Del Potro. Su primer título en Estocolmo, después del de Sydney 2014, el 19 de su carrera, después de tres años de lucha con operaciones en sus muñecas, la gloria de la medalla de plata en los JJ.OO. de Río de Janeiro, donde fue capaz de vencer a Novak Djokovic, siendo el serbio número uno entonces, en primera ronda, y a Rafael Nadal en semifinales, cuando el español era quinto.

La lista de víctimas reúne también la victoria sobre el suizo Stan Wawrinka en Wimbledon, cuando ocupaba la quinta plaza, y la épica que logró ante el británico Andy Murray las semifinales de Copa Davis en Glasgow, cuando el de Dunblane era segundo del mundo, aunque ya apuntaba al trono de la ATP.

El campeón del Abierto de EE.UU. en 2009, ha cerrado el año con un partido para enmarcar, venciendo al croata Marin Cilic, quinto, en el cuarto duelo de la final de Copa Davis y posibilitando que Federico Delbonis cerrara con su aplomo ante Ivo Karlovic para que toda Argentina explotara de alegría.

Del Potro está de vuelta. En sus años anteriores al parón de las lesiones había perdido todos sus partidos en las finales en las que había estado, en 2008 y 2011, pero esta vez no podía dejar escapar la oportunidad.

So rol de unión

En el conjunto argentino ya no hay fisuras, como sucedió en la final de Copa Davis en Mar del Plata contra España en 2008, cuando tuvo más cerca que nunca el título. Allí, en aquel escenario del Polideportivo Islas Malvinas, el grupo que entonces dirigía Alberto Mancini se encontró con dos figuras, Del Potro y David Nalbandian, y con todo a favor para destrozar a un equipo español dirigido por Emilio Sánchez Vicario, que no pudo contar con Rafael Nadal.

Las disidencias entre los dos jugadores argentinos, los problemas de Mancini para hacerles entender el objetivo común, los errores en el tipo de cancha pensada en principio muy rápida por la posible presencia de Nadal y que al final se convirtió en una tumba para ellos, y la gran actuación de Feliciano López y Fernando Verdasco fueron demasiados condimentos para que la eliminatoria funcionara a los locales en Mar del Plata.

Ocho años después, un remanso de paz aparece en el conjunto albiceleste, en el que Orsanic ha logrado calma, consenso y futuro, representado ya por el primer puesto de Argentina en la clasificación por naciones de la Copa Davis, y con un solo líder: Del Potro.

El propio Nalbandian se frotó los ojos con el triunfo del domingo. "Simplemente increíble, gracias por traer la única copa que le faltaba al tenis argentino. Felicitaciones a todo el grupo", reconoció el jugador ya retirado.

"Gracias a los que no dejaron que me retire. Estuve muy cerca de no jugar jamás", fue la mejor frase de Del Potro, epílogo de las batallas libradas en una temporada que ha finalizado para él con 32 victorias y 12 derrotas. Y que no solo le permitió reencontrarse con la gloria, sino, en el camino, reunificar el tenis argentino y regalarle una de las mayores alegrías de la historia al deporte de ese país.

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