De pronto por aquello de que venía de las divisiones formativas se lo miró con cierta desconfianza. En el ambiente futbolero existe aquello de que “es bueno conduciendo jóvenes pero con los grandes es otra cosa, te pasan por arriba”.
En su caso la idea se reforzaba por su personalidad. Guti tiene cara de bueno, habla pausado, no se pelea con nadie y no tiene marketing.
Pero tuvo claro desde el primer momento la responsabilidad. Se puso la ropa y no le tembló el pulso en la toma de decisiones.
Subió a los juveniles que consideraba interesantes para su idea futbolística. Manejó con mano sabia el complejo tema de la dosificación de minutos del Chino Recoba en cancha. Y, por sobre todas las cosas, mostró personalidad.
Álvaro Gutiérrez transformó a Nacional en un equipo pragmático. Al entrenador no le duelen prendas cuando tiene que tomar la decisión de cerrar un partido. No se pone colorado y poco le importa lo que puede generar en la tribuna si tiene que sacar un delantero para poner un defensa. Quiere ganar.
Y con esa consigna conduce a su equipo. La prioridad es conseguir los tres puntos y para ello utiliza las piezas como mejor lo considera.
“Nacional hace el planteo necesario, a veces son muy prácticos los planteos que hace. Presionar en determinados sectores es primordial”, expresó el DT.
Pero Gutiérrez logró algo más que ese convencimiento. Hizo de Nacional un equipo. Con todo lo que la simple palabra implica.
Equipo es lo que todo entrenador quiere tener. Equipo para entrenar, para entender la solidaridad en cancha, el tirar todos por un mismo objetivo. Hay tareas que no son sencillas para un conductor de grupo. Lograr reunir un equipo es una de ellas. Se debe encontrar la armonía justa para que la estructura no se resquebraje. Es que todos quieren jugar y muchas veces afloran los egos personales por encima del colectivo.
La prueba más contundente de la realidad de Nacional es que solo en las tres primeras fecha del campeonato pudo repetir la misma oncena. Luego, por diferentes circunstancias, el DT tuvo que apelar a cambios. Y la estructura no se resintió. Cuando un técnico logra tener un equipo es común que prenda el señalero para tomar por la ruta del campeonato.
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