Joseph Blatter, presidente de FIFA

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¿El orgullo o el lugar en el Mundial?

La AUF votará a Joseph Blatter para la presidencia de la FIFA. Lejos de las polémicas por el caso Suárez, es una cuestión de supervivencia. Análsis de Ignacio Chans
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03 de marzo de 2015 a las 11:46

La AUF votará por Joseph Blatter en las elecciones de la FIFA, en abril. Atrás quedó la novela Suárez, las palabras del expresidente Mujica acerca de que los miembros del organismo (“Una manga de viejos hijos de puta”) y la indignación popular que generó la sanción del delantero uruguayo.

¿Es una sorpresa? No debería serlo. El presidente Wilmar Valdez y el secretario general Alejandro Balbi viajaron a fines de 2014 a Zurich a entrevistarse con el presidente de la FIFA, a presentarse oficialmente y hablar de planes de desarrollo. Diplomacia, ni más ni menos.

Si al gobierno nacional y a la cancillería le pedimos pragmatismo, y no unas relaciones exteriores basadas en afinidad ideológica, ¿no deberíamos pedirle lo mismo al gobierno del fútbol, que a veces atraviesa disyuntivas y presiones comparables, y que tiene un seguimiento popular quizás hasta mayor que las acciones de nuestros cancilleres?

El voto de la AUF a Blatter es simplemente una pieza más en un esquema global: la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) votará en bloque al suizo, en momentos en que otras tres candidaturas, en su mayor medida impulsadas por Europa, se proponen bajar de un ondazo al helvético, para imponer su propia agenda de temas. Entre otras cosas promueven restablecer el poder a favor de los clubes y las selecciones europeas, con un argumento discutible pero lógico: son los que generan los mayores recursos económicos del planeta.

¿Qué pelea Sudamérica? Simple: la lucha por seguir teniendo cuatro plazas y media en el Mundial. Y eso. lamentablemente, solo se lo asegura el Blatter.

En ese esquema global, la Conmebol busca defenderse. Hace dos semanas sus autoridades se reunieron con las de Concacaf (Confederación de Fútbol de Norte, Centroamérica y el Caribe) en Punta del Este, para empezar a coordinar la Copa América Centenario de 2016, con la presencia de países de las dos confederaciones. Pero por sobre todo se comenzó a tejer una alianza política que permita defender los derechos de ambos. La Conmebol, aunque es la Confederación más poderosa en lo deportivo junto a Europa, lo necesita más que nadie: tiene apenas 10 votos, lo cual es nada en el mapa de las 209 naciones de la FIFA. La alianza con Concacaf le permitiría trepar a 51, y ser un bloque de peso en la mesa chica del organismo.

En 1998, la FIFA hizo un cambio revolucionario: elevó a 32 la cantidad de equipos en los Mundiales, lo que transformó el Mundial en más universal. Fue la última movida de Joao Havelange antes de retirarse y darle paso a su delfín Joseph Blatter. Fue una jugada de diplomacia estratégica que impulsó el suizo: el inicio de la guerra contra Europa y el beneficio a las confederaciones menos poderosas.

En ese 1998 Sudamérica tuvo cuatro plazas más el campéon Brasil. En 2002 ya fueron cuatro y media, y Uruguay volvió a ir a las copas del mundo tras 12 años de ausencias. Quizás haya sido el más beneficiado por aquella medida del suizo.

El actual esquema de clasificación al Mundial tiene dos lecturas: por un lado es lógico que el continente que casi la mitad de los mundiales ganados (nueve de 20), pero por otro es un negocio fabuloso clasificar al 50% de sus asociados a un Mundial. Europa clasifica al 26%, África al 10%, Asia al 10%, Concacaf al 9,7% y Oceanía, con un miembro más que Sudamérica, ni siquiera asegura una plaza.

Eso no quiere decir que no haya una amplia agenda de temas que exigirle a Blatter: en lo global, que la FIFA deje de ser un organismo corrupto y totalitario. En lo más doméstico no hace falta más que seguir las palabras del Maestro Tabárez la semana pasada: “Hay que llegar mundialmente a tener reglamentaciones similares para todos. Eso no se da, y complica a los entrenadores al disponer de los futbolistas. Acá contamos con la buena voluntad de los clubes del medio local, pero mire que Peñarol, Nacional o Defensor podrían decir ‘a este jugador no lo doy para la Sub 20’. Y estarían en la misma situación que Villarreal o Atlético de Madrid al no ceder un jugador”.

En definitiva la cuestión es simple: orgullo o estrategia. Y Uruguay optó por la segunda.

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