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El orgullo de los padres olímpicos

Aldo Collazo, Jorge Remersaro y Elio Rodríguez, cuyos hijos Rodolfo, Inés y Déborah competirán en los Juegos de Londres, hablan de la experiencia del camino, del apoyo constante y la satisfacción que sienten
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13 de julio de 2012 a las 20:00

Rodolfo Collazo jugaba al fútbol desde los 4 años, en el club de baby fútbol de Colonia Otto Wulf, aunque Aldo, su padre, dice que no era muy bueno: “Era un gordito que jugaba de defensa. Era fuerte y aguerrido”.

Aldo Collazo no es deportista sino músico y docente, y su esposa es maestra. Rodolfo es único hijo y resultó que tenía vocación para el deporte. Si bien en fútbol “estaba muy lejos de ser un crack”, a los 11 años le surgió una oportunidad de probar con el remo.
Los Collazo viven en Colonia del Sacramento. El Club de Remo de Colonia ofrecía becas para el verano. Rodolfo aprovechó una y empezó a remar.

Pasó el verano y el hijo seguía jugando al fútbol y también aprendiendo a tocar instrumentos musicales, que eso es lo que enseña el padre; los de viento, específicamente. Al año siguiente, sin embargo, en el club lo querían incluir en el plantel de remo y tenía que elegir: el fútbol o el bote.

La decisión fue inmediata. Dejó la pelota y eligió el remo, que lo llevó muy lejos. Estos de Londres son los terceros Juegos Olímpicos en los que participa, después de haberse clasificado para Atenas y Beijing. Sus padres lo han acompañado por el mundo y estarán también en la capital inglesa, alentando de la misma manera que lo hacían cuando jugaba en el Otto Wulf.

Aldo es un policía retirado. Trabajaba en la Dirección Nacional de Migración. También es profesor de música y enseña trompeta, clarinete, saxo y trombón. Su hijo llegó a cursar tres años de licenciatura en el Conservatorio Nacional de Música. Le faltaba uno para licenciarse en trompeta y entonces debia buscar lugar en alguna orquesta sinfónica del mundo. En 2004 lo dejó.

Aldo dice que está muy orgulloso de que Rodolfo haya elegido el deporte y que se dedicara con tanta pasión. “Hubo un momento en que Rodolfo tenía muchos problemas y se sentía muy presionado y yo le llegué a decir: ‘Y bueno, dejá el remo’, y él me dijo: ‘Eso está fuera de discusión’”.

El padre tuvo que aprender a ver las carreras, porque al principio no se notaba muy bien quién iba mejor. Y todavía hoy es difícil, como en la carrera de Rio de Janeiro, clasificatoria para Beijing, donde hubo que mirar la foto para saber quién había llegado tercero, entre Uruguay y Chile. Fue Uruguay, por 16 centésimas de segundo. Y valió el pasaje a Beijing.

Fue muy emotivo, claro está, pero la clasificación a Atenas, los primeros Juegos en los que participó Rodolfo, fue incomparable: “Fue en El Salvador y ahí lloramos, lloramos, lloramos”.
Collazo solicitó un préstamo para poder ir a Atenas y fue con su esposa a alentar a su hijo, aunque apenas lo pudo ver.

“Para visitarlo en la Villa Olímpica, teníamos que pasar por una serie de controles. Después, en la competencia, no se lo puede saludar ni antes ni después”.
No hubo préstamo que valiera para Beijing, pero ahora en Londres, sí. Aldo y su esposa estarán en el Estadio Olímpico de Londres, construido para la ocasión, para ver a su hijo llevar la bandera uruguaya.

Rodolfo Collazo fue el más entusiasta de la delegacion, en Atenas y Beijing, donde prácticamente desfiló bailando. Ahora será el abanderado de la delegación y la familia tomó precauciones: “La madre ya le dijo que esta vez fuera más formal, por respeto a la bandera”.
Aldo dice que gracias a su hijo, ellos han viajado por América y es la segunda vez que van a Europa, así que no tiene quejas.

Lo de que su hijo lleve la bandera también es un orgullo para Aldo y desestima las aspiraciones populares por ver a un futbolista en ese puesto: “Yo creo que tenía que ser un amateur, para honrar el sacrificio que implica el deporte, y también alguien que se haya clasificado”, sostiene.

Nadadores
Jorge Remersaro es químico de profesión y entrenador de water polo del club Biguá y de la selección uruguaya. Fue nadador, especialista en los estilos combinado y espalda. Y también es el padre de Inés, nadadora uruguaya que competirá en los Juegos Olímpicos.

Los cuatro hijos de Jorge, Santiago (34), Lucía (23), Inés(19) e Ignacio (12), han practicado deportes pero Inés es la que decidió hacerlo a tiempo completo.
Remersaro dice que en su casa el deporte siempre fue importante, pero nunca obligatorio: “Obligatorio es el estudio”, señala.

Las cualidades especiales de su hija Inés se empezaron a notar desde el principio: “Un día la fui a ver al Biguá. Tendría 7 u 8 años. Era 50 metros crol y ganó por media pileta. Yo quedé muy sorprendido, impresionado”.

Inés se destacó siempre en todos los deportes y disciplinas que practicó, según Jorge, pero en natación es especial. Y la dedicación también es especial, lo que la obliga a entrenar lejos de la familia, con el dolor que eso supone para todos.

En gran parte por eso la emoción de saber que se clasificó a los Juegos Olímpicos es tan grande: “Es una emoción muy fuerte, una alegría muy grande. Que un hijo que lucha tanto por lo que quiere...”, dice Jorge y la voz se le quiebra.

El centrojás y la corredora
Elio Rodríguez jugaba de número cinco, volante central, lo que antaño era “centrojás”. Empezó en las inferiores de Peñarol y después jugó en la primera de Progreso, Cerro, Huracán y Liverpool. Después estuvo en varios equipos de Argentina y de Chile.

Tiene tres hijos, Martín (23) y Ángel y Déborah, que son mellizos (19). Déborah está clasificada para la carrera de 400 metros con vallas en Londres.Es algo que llena de orgullo a su padre, que sabe de la fuerza y el trabajo que costó. Ahora, si apareciera una medalla como regalo atrasado del Día del Padre, “sería divino”.

Pero dice que la emoción y el orgullo que sintió con la clasificación a los Juegos es algo que lo va a acompañar siempre.“Ella lleva sus propias metas personales y ahora lo que quiere es mejorar su marca”, explica Elio.

La familia vive en Montevideo, pero Déborah vive en Maldonado, porque ahí es donde están las mejores condiciones de entrenamiento. Es un sacrificio de la familia por la carrera de la hija.

Elio no irá a Londres, porque no se lo puede permitir: “No está a nuestro alcance”, dice, pero espera poder ver la carrera de su hija en directo, por televisión. “Creo que la van a pasar”, dice.

Aldo, Jorge y Elio son padres que sienten que ya recibieron el regalo de su vida.

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