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El nuevo rock es femenino

En los últimos años el género ha perdido impulso, pero varias músicos prometen su revitalización
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22 de mayo de 2015 a las 19:35

Mientras que el pop siempre fue territorio reinado por artistas femeninas, el rock fue un género donde tradicionalmente las mujeres tuvieron un rol secundario. Sin embargo, en este 2015, tras un año donde la conversación sobre el feminismo y la discriminación de género dominó los medios, eso podría cambiar.

Entre los lanzamientos más emocionantes en lo que va del año, cuatro de ellos no solo son protagonizados por excelentes bandas y cantautoras nuevas que deslumbraron en el festival South By Southwest (SXSW), sino que lograron reanimar al género rock, que perdió en popularidad y viene siendo pisoteado por el coloso del pop y sus derivaciones electrónicas.

Ya desde enero, el regreso tras 10 años de ausencia del trío Sleater-Kinney –que tuvo su pico de popularidad en los 1990–, marcó un excelente comienzo de un año dominado por la voz femenina. Lo que siguió fueron buenas razones para sentirse optimistas. El rock está en buenas manos.

Las que mandan

Speedy Ortiz es una de las bandas que más ha sonado este año. Desde su primer disco, Major Arcana (2013) comenzaron a llamar la atención y tras tocar una decena de veces en el festival SXSW se consolidaron frente a un público mayor como una banda a seguir.

Con su segundo trabajo, Foil Deer, combinan una estética de los 1990, con su grunge y su R&B –que, aunque parezca imposible, conviven en Speedy Ortiz bajo el mismo techo–, con las sobresalientes letras de su líder, Sadie Dupuis. Con un máster en poesía bajo el brazo, Dupuis se planta firme y critica desde la discriminación a la cultura de la violación. Todos sus temas merecen ser seguidos con la letra porque, además de ser pegadizos e innovadores en la manera de reutilizar sonidos pasados, tienen un mensaje que trasciende la música. Uno de sus cortes, Raising the skate lo dice: “No soy mandona, soy la que manda”.

Para Torres, proyecto de la cantautora Mackenzie Scott, su segundo disco también significó un salto en popularidad. Su primer disco homónimo de 2013 logró colocar un buen corte, Honey. Sin embargo, con Sprinter logró amplificar su música, en parte gracias a la presencia de una banda completa que le da a su voz, por momentos tensa y aguerrida, por otros más amable y sutil, una mayor dimensión dramática y roquera. Un detalle no menor es que este disco además cuenta con la coproducción de Rob Ellis, colaborador de PJ Harvey.

Sprinter es un disco autobiográfico y más directo que su antecesor, donde habla de su adopción, el amor, el odio y la religiosidad con un carácter confrontativo. Su música es el equivalente al momento previo a que se termine de quemar la mecha de una dinamita y no queda más que esperar a que explote.

Del lado más luminoso del rock se ubica la australiana Courtney Barnett, y el título de su disco debut, Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit (A veces me siento y pienso, y a veces solo me siento), ya sugiere parte de su encanto: un humor enhebrado con letras errantes y una voz que oscila entre el habla y el canto.

Como narradora de la vida cotidiana, Barnett se luce, en especial cuando parece dejar que los pensamientos deambulen y queden en sus canciones. Y su punk rock, conformado por el trío básico de batería, guitarra y bajo, es el mejor vehículo para acompañar sus más inusuales observaciones y reflexiones, en especial sobre su repentina fama en su entretenido primer corte, Pedestrian at Best.

Por último, bajo el nombre Waxahatchee, Katie Crutchfield une también el sonido de los 1990 con una impronta más lo-fi y confesional. Su tercer disco, Ivy Tripp también es un salto en calidad de su antecesor, Cerulean Salt (2013), pero también sonoro. Ahora apoyada con una banda que en ocasiones incluye a su hermana gemela, abandonó la instrumentación acústica y, así como Torres, las canciones subieron un escalón, pero en dirección al pop rock, que aún suena como si fuese grabado en la intimidad de un garaje. Crutchfield afirma que sus canciones son maneras de procesar sus emociones. En especial canciones como Less than y Breathless dan en el clavo.

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