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El nuevo camino celeste

Con una postura más audaz y con Cavani de punta neto, Uruguay le dio una paliza a Paraguay
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06 de septiembre de 2016 a las 21:11
El peso de la derrota y el pobre juego exhibido ante Argentina, el desafío de enfrentar a los fantasmas de su estilo poco imaginativo para asumir con autoridad el protagonismo y la amenaza de un rival tan entonado como complicado desde su ADN. Todo eso superó Uruguay este martes en su goleada ante Paraguay por la octava fecha de las Eliminatorias para Rusia 2018.

Mezcla de audacia y astucia. Desde la planificación de Óscar Tabárez hasta la perfecta ejecución de los jugadores, traducida en un 4-0 que antes del partido no cabía en los sueños de los más optimistas.

Tabárez cambió cautela por riesgo al conformar un equipo más ambicioso al que jugó el jueves ante Argentina, con un solo volante central, Egidio Arévalo Ríos, un enganche, Gastón Ramírez y dos externos con manejo y profundidad.

Paraguay, que venía de ganarle al bicampeón de América Chile reposicionándose significativamente en la tabla de posiciones, se plantó en el Centenario con sus signos vitales a flor de piel: dos líneas de cuatro apretadas contra su cancha, mucha marca, faltas y fricción.

La idea del equipo de Francisco Arce fue darle terreno y pelota a Uruguay para asfixiar a Gastón Ramírez en la zona de gestión entre el doble cinco, el adelantamiento de un zaguero y el repliegue de sus externos.

Salvo por un par de pelotazos innecesariamente largos de Diego Godín, Uruguay buscó entrarle por abajo a la defensa guaraní.

Es cierto que centralizó inicialmente mucho las acciones en busca de la gestión de un Ramírez al que le costó entrar en juego y en precisión, y que fue más profundo por derecha con las subidas de Mathías Corujo que por izquierda donde Gastón Silva no siente el desborde por naturaleza.

Pero el factor sorpresa al que recurrió Tabárez y el que desestructuró todo el andamiaje defensivo de la albirroja fue Luis Suárez.

El salteño entró y salió constantemente de su posición habitual de 9 fijo, se tiró a los costados y se vistió de creador. Fue el Diego Forlán del Mundial de Sudáfrica 2010. La potencia de siempre con la habilidad y la visión de juego precisa para asistir, habilitar y hacer jugar.

Y el primer beneficiado de ese cambio en el rol de la bestia fue Edinson Cavani, quien abandonó sus habituales tareas de despliegue defensivo ejercidas desde una banda para pasar a ser la referencia de área.

Lo mejor del plan fue apoyar todos estos saludables cambios sobre sus rasgos esenciales: el máximo esfuerzo colectivo para recuperar, el equilibrio defensivo a la hora de ir al ataque, la instintiva verticalidad de sus ofensivas, su maquinal poderío para la pelota quieta.

Inocuo en sus primeras tenencias, Uruguay comenzó a hacerse fuerte a partir de la presión alta a la que sometió a la transición ofensiva paraguaya.

Así llegó la apertura del marcador a los 17' cuando Corujo recuperó con su característica tenacidad y habilitó a Suárez que para el mano a mano es letal. Paulo Da Silva no pudo detenerlo y el desborde del salteño por derecha terminó en un centro que Cavani aprovechó con un anticipo excelente para estampar el 1-0.

Otra de las bondades que mostró el equipo de Tabárez fue que mantuvo la misma postura a lo largo de los 90 minutos y que no regaló los bienes preciados del terreno y la pelota a partir de la ventaja.

Ramírez puso el pienso y la pausa, Arévalo Ríos el equilibrio y el primer pase seguro. Uruguay labró así un apabullante dominio en un rubro que le es ajeno: la posesión.

La celeste terminó dominando el rubro por 55% a 45% intentando 366 pases contra 274 de la visita.

Pero el sentido vertical y profundo de la tenencia, sumado al exquisito juego que mostró Suárez como creativo hizo que esa posesión fuera muy dañina para un Paraguay al que en el cierre del primero se le derrumbó la estantería.

Primero porque concedió un gol de pelota quieta de un jugador que por su talla está poco habituado a los goles por esa vía: el Cebolla Rodríguez.

Después, porque Suárez se hizo un picnic cada vez que encaró por izquierda al lateral Jorge Moreira. Por ese sector generó un claro penal cometido por Pablo Aguilar y él mismo lo transformó en gol.

El cuarto tanto fue una obra de arte. Muslera sacó en largo, Ramírez la peinó y Suárez fue Messi y Cubilla para arrastrar a toda una defensa y darle una asistencia de lujo a Cavani que la empujó de cabeza.

Perdido, golpeado y entregado, Paraguay ya ni intentó meterse en partido. Ni siquiera cuando en el segundo tiempo encontró espacios en la zona de Arévalo Ríos.

Uruguay terminó sobrado. No por jactancia sino por sus propios méritos futbolísticos. El hincha gozaba la posesión al grito del "ole". Cavani y Suárez se fueron antes de tiempo ovacionados y el equipo volvió a la cima de la clasificatoria a Rusia ampliando el rubro saldo de goles.

Pero más allá de lo meramente matemático, el equipo se encontró con un nuevo camino: el de agregarle juego y fútbol a su tradicional estilo de contragolpe, solidez defensiva y pelota quieta. Y esa es una nueva recompensa para disfrutar.

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