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El ingrediente secreto de Urrutia

Con un instinto competitivo que se despertó con apenas tres años en una carrera de motos, Santiago Urrutia avanza en el mundo de los fierros impulsado por una fórmula tan poderosa como sencilla: su mentalidad ganadora
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30 de mayo de 2013 a las 20:57

Los padres suelen destacar de sus hijos las gracias que pueden realizar cuando son muy pequeños. La de Santiago Urrutia, a sus tres años, era andar en una moto miniatura a la que tenían que subirlo porque sus pies no tocaban el piso. Carlos y Claudia, sus padres, nunca se imaginaron que eso llegaría a ser mucho más que una anécdota en las posteriores reuniones familiares y que se transformaría en una parte muy importante de sus vidas.

El abuelo de Santiago, amante de los fierros, le regaló a sus nietos esa moto. Ninguno de sus primos quiso usarla hasta que, el más pequeño, decidió subirse para tratar de imitar a su idolatrado tío, Diego Urrutia, quien por ese entonces competía a nivel nacional.

La increíble facilidad de Santiago para manejar hizo que a su corta edad, Carlos, quien por ese entonces competía en su cachila, se planteara la posibilidad de que su hijo comenzara hacerlo en la pequeña moto.

“No creo que sea una buena idea”, fue la respuesta de una madre preocupada, que pese a ver el talento de su hijo menor sentía un comprensible miedo. Sin embargo, su habilidad terminó ganando y tras conseguir un casco y calzarse unas botas de goma, Santiago salió a competir contra niños de siete y ocho años.

En su primera carrera, y tras subirlo a la moto, su padre salió de la pista con entusiasmo y preocupación, mientras su madre espiaba entre sus dedos el debut de su hijo.

Santiago apretó el acelerador y salió. Llegó a la primera curva y cayó. Sin dejar pasar un segundo, su padre corrió disparado hasta el lugar para mimar a su hijo imaginándose un llanto desgarrador, mientras que Santiago, con los ojos como dos “bochones”, bajo su moto y con la espalda contra el piso, le pidió a gritos: “¡Levantame que se me van!”.

“Desde ese día, nunca más paró. Compite con él mismo y busca mejorar siempre. Es muy empecinado y no frena hasta que cumple sus objetivos. La mentalidad que tenemos nosotros con él es la misma ahora que cuando tenía tres años. Las exigencias que tiene se las pone él”, le contó Carlos a El Observador.

La familia del piloto vive en una casa ubicada a mitad de camino entre Colonia Miguelete y Ombúes de Lavalle. Desde hace dos años Santiago ya no está con ellos porque ahora vive en Italia.

“Le dedica mucho esfuerzo y lo acompaña con el espíritu que lo caracteriza. No importa cuál sea el obstáculo: físico, anímico o económico, él lo supera”, agregó su madre Claudia.

Prodigio físico y mental
Daniel, el profesor de Educación Física de su pueblo, también destacó la capacidad del actual piloto de Fórmula 3 Europea: “Siempre fue muy precoz en lo motriz, era más veloz y fuerte de lo normal. También psicológicamente. Superaba a compañeros de su edad e incluso a otros más grandes resolviendo situaciones de juego en cualquier deporte”.

Desde el año 2000 se desarrolla en Colonia una travesía que tiene como objetivo nadar tres kilómetros, dos de ellos en el Río de la Plata y otro en un arroyo de la zona. Un esfuerzo muy grande para cualquier deportista y mucho más para un niño de nueve años, pero, si de obstáculos se trata, allí estuvo Santiago para superarlos.

“Solo dos niños de esa edad lograron realizar esta travesía. Andrés, con una técnica natural muy depurada, y Santiago, que no era bueno técnicamente, pero que era muy peleador. Tenía tantas ganas de hacerla que se preparó y la completó sin problemas”, recordó Daniel.

“Tenía un plus anímico que le permitía hacer ese tipo de cosas. Su cabeza le permite lograr lo que está logrando y tomar una decisión a los 14 años de irse a vivir solo a Europa”, agregó Daniel a El Observador en la cancha del Club Independiente, donde el piloto dio sus primeros pasos jugando al hándbol y al fútbol.

En los ojos de sus padres
“Santiago no paraba. Estaba todo el día haciendo e inventando cosas. Era muy inquieto y lo sigue siendo. Cada vez que viene hace las mismas cosas. Solo para cuando duerme”, contó su madre, mientras el padre agregó que “como buen uruguayo, extraña los asados y las salidas con los amigos. Cuando viene es uno más. Como si nunca se hubiera marchado”.

Siempre lo acompañaron y persiguieron su sueño junto a él. Viajaron cientos y miles de kilómetros durante muchos fines de semana de su vida y dejaron todo por un deseo propio: que sea feliz.

“Tengo la misma sensación de cuando empezó a correr. Solo quiero que no le pase nada y que le vaya bien. No que gane carreras. Que se sienta satisfecho con lo que puede hacer. Solo tratamos de apoyarlo en lo que podemos”, dijo su padre.

El sueño de la Fórmula 1
La carrera de Santiago hacia la Fórmula 1 es la más complicada de su vida. Además de su desempeño, que debe mantenerse al más alto nivel durante algunas temporadas más, otros factores son también decisivos. En un mundo altamente profesional, solo 22 pilotos de todo el mundo son los que tienen el privilegio de subirse a una de esas carrocerías. “Internamente sé que él quiere llegar y estoy seguro de que hace todo lo posible para hacerlo”, concluyó su padre, que sabe que su hijo tiene ese ingrediente común a todos los deportistas de elite: “La mentalidad ganadora”.

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