El fútbol, el poder y las decisiones

La historia expresa que durante la segunda mitad del siglo XX, Peñarol se fortaleció en el terreno político a partir de la influencia de sus dirigentes históricos en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) que le permitió, con singular suceso, transformarse en el gran triunfador en el terreno deportivo. Pero ahora, el club está desandando 50 años de estrategia política con fuegos artificiales que no solo no logran triunfos sino derivan en el efecto contrario al buscado.

En 50 años, entre 1951 y 2000, conquistó 26 títulos en el Uruguayo. En 1978, los aurinegros ya habían logrado 16, la misma cantidad que a Nacional le llevó cinco décadas.

Diciembre de 1997. Nacional estaba sumido en uno de los momentos más crueles de su historia. El segundo quinquenio de Peñarol dolía en el hincha como muy pocos otros momentos a lo largo de casi 100 años, sin embargo, en aquellos días de sufrimiento, germinó en el seno de una nueva generación de dirigentes una revolución institucional silenciosa que sacudió los cimientos.

Bajo el lema "Generaciones para ganar", agrupados en la lista que encabezó Dante Iocco, Nacional comenzó a forjar un club diferente. Peñarol vivía en la bonanza de los cinco títulos y un dominio político que ya llevaba casi 50 años. Eduardo Ache asumió la bandera de la unidad. El resto de la historia es conocida: los dirigentes empezaban a recitar de memoria que Nacional tenía que aprender de sus errores y "barrer para adentro".

En los 17 torneos que se disputaron por el Campeonato Uruguayo en el siglo XXI, Nacional ganó nueve y Peñarol cuatro. Así quedó marcada una nueva realidad en el fútbol local.

Desde 2009, bajo la presidencia de Juan Pedro Damiani, Peñarol intenta recuperar los 10 años de crecimiento que desaprovechó entre 1998 y 2007. Intenta ganar la década pérdida en pulseadas en el terreno político en el que una y otra vez -por constantes cambios en el rumbo político, por divisiones internas, por malas decisiones, o simplemente por el peso político- pierde por goleada.

Ahora, como en 2016, 2015, 2014... Damiani encabeza una revolución ruidosa, con la que pretende desestabilizar la AUF, para aprovechar el desorden a fin construir un escenario diferente.

El martes, una asamblea de clubes se transformó en el escenario que eligió Peñarol para pedir la salida de Edgard Welker (designado hace dos meses por Peñarol) y Alejandro Balbi del Ejecutivo. De alguna forma alteró el microclima y generó nerviosismo, porque el presidente Wilmar Valdez se quiso pelear con un periodista, según denunció el propio Damiani.

El presidente de Peñarol quiere quitar poder a Nacional a partir de la salida de su representante más importante en la estructura de la AUF. Y no pudo.

El año pasado Peñarol retiró a todos sus representantes políticos de la AUF. No cambió nada. Durante más de un año Valdez presidió la AUF sin la confianza de Peñarol, y ¿qué sucedió? Nada. En 2011, Peñarol libró una batalla para sacar a Hernán Navascués. Nacional permitió el ingreso de Guillermo Piedracueva y ¿qué cambió? Nada. Antes, consiguió sacar a Eduardo Ache del Ejecutivo, y tampoco cambió nada.

Los acontecimientos han demostrado que las fortalezas tricolores trascienden personas, incluso cuando alguna de ellas fueron determinantes, como el caso de Navascués.

Ahora van por Balbi -como si fuera la solución a los problemas de Peñarol-, y lo que consiguieron por ahora es atornillar al secretario general, fortalecer la imagen ganadora de Nacional en la AUF y profundizar las debilidades mirasoles.

El Peñarol de Damiani deberá realizar una profunda autocrítica y analizar su estrategia política tras fracasar en otro intento de golpe al poder. Si sigue en este rumbo, la próxima medida para desestabilizar pasará por anunciar que retirarán al equipo de la AUF. Es lo único que le falta anunciar a este Peñarol después de todos los intentos fallidos que realizaron en los últimos años.