Robbie Rogers, futbolista profesional abiertamente gay, durante un partido

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El fútbol abre las puertas de su clóset

La llegada de los primeros jugadores abiertamente homosexuales muestra un cambio en la sociedad que también afecta al fútbol. Los expertos creen que la situación es propicia pero que no se producirá una avalancha
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15 de julio de 2013 a las 14:02

Marcelo Lippi, seleccionador nacional de Italia cuando ganó su último Mundial, no cree que haya futbolistas homosexuales. Algo más matizado que cuando Mahmud Ahmadineyad aseguró sin rubor que “en Irán no tenemos homosexuales”, Lippi no creía posible que surgiera una pareja gay en el fútbol italiano: “No podrían vivir su homosexualidad de una forma natural”, apuntaba el míster, culpando al machismo del vestuario y la presión de los medios. Lippi acertaba al señalar los dos focos de presión principales para el futbolista que quisiera salir del armario: el entorno laboral —compañeros, técnicos, directivos— y el entorno del fútbol, incluyendo aficionados y prensa.

En la última década se han realizado muchos estudios sociológicos sobre la situación en la que se encuentra el mundo del deporte con respecto a la percepción de hipotéticas y reales salidas del armario y la percepción es casi unánime: la tendencia es muy favorable para quienes quieran dar el paso. El investigador James Cleland es uno de los sociólogos que más tiempo le ha dedicado a esta tarea y no lo duda: “En los últimos años, el fútbol se ha vuelto más inclusivo, la mayoría daría la bienvenida a un jugador gay”, explica.

De hecho, añade, Robbie Rogers y Anton Hysen han revelado su homosexualidad recientemente y siguen jugando. Precisamente, el sueco Hysen ha sido el eje de su último trabajo, cuyas conclusiones aún no se han publicado: “Analizamos la reacción de los medios escritos tras su anuncio de marzo de 2011; el resultado es que queda claro un contexto cultural cambiante hacia la homosexualidad en el fútbol”. Hysen, que juega en la tercera división sueca, sería el ejemplo de que incluso en el fútbol amateur la noticia se acogería sin excesivos problemas.

El trabajo más conocido de Cleland, de la Universidad de Staffordshire, fue un estudio sobre la percepción de los aficionados a partir de 3.500 encuestas entre los futboleros de Inglaterra. La conclusión era abrumadora: el 93% de los seguidores apoyaría decididamente a un jugador homosexual e insistían en que lo importante es su rendimiento sobre el verde. El estudio recoge muchas aportaciones subjetivas de aficionados hartos de ser considerados energúmenos, convencidos de que el fútbol ya no es la caricatura que muchos quieren vender: “Es como el racismo de los 70 y 80; pregunte a Les Ferdinand si el Nordeste de Inglaterra sigue siendo un nido de racistas. En Newcastle todos le llaman Sir y eso que estuvo poco tiempo aquí”, defiende un encuestado. “Cuando Justin Fashanu salió del armario en 1990, el fútbol y la sociedad en general (incluidos los medios) se encontraba en una fase homohistérica, pero los resultados del estudio indican que se ha disipado por completo”, explica Cleland en referencia al jugador de origen nigeriano que se convirtió en el primer futbolista que hacía pública su homosexualidad.

Los fans han cambiado

Cleland alude a otra de sus investigaciones para demostrar su hipótesis, realizada en un entorno en el que los aficionados no saben que se les está estudiando. Porque, como es natural, ese 93% es muy fácil de poner en entredicho: ¿quién reconocería en una encuesta, aunque sea anónima, que insultaría a un futbolista gay sólo por serlo? Cleland analizó 3.000 mensajes escritos por aficionados en 48 foros de fans distintas en relación a este tema. A su entender, lo más importante es que los escasos comentarios homófobos que surgían no sólo no se ignoran: ahora, son sistemáticamente afeados por la comunidad online.

Hay que poner estos resultados en contexto: la Premier League se ha molestado en lanzar campañas contra la homofobia, un esfuerzo que puede resultar decisivo, como lo fue en su día frente al racismo. En España, empiezan a verse iniciativas positivas como la que realizó el Athletic el año pasado con Gurpegui como imagen o la constitución de la primera peña gay, seguidora del FC Barcelona. Un trabajo pedagógico en distintos ámbitos de la sociedad que está consiguiendo que las nuevas generaciones futbolísticas crezcan libres de prejuicios.

“Desde mediados de 1990 hemos visto cada vez mayor aceptación, más todavía en la última década. Los jóvenes crecen siendo gay friendly y, para sorpresa de los sociólogos, los más mayores están cambiando de opinión”, nos explica uno de los mayores expertos en homosexualidad en el deporte, el sociólogo californiano Eric Anderson. Durante años ha estado trabajando con jóvenes atletas homosexuales de las universidades norteamericanas, lo que le ha permitido publicar sólidos estudios que reflejan ese cambio: los chavales que salen del armario hoy sufren menos estrés, rechazo o situaciones incómodas en el mundo del deporte que los que lo hicieron hace una década.

“Gay no significa gay”

El vestuario acepta sin problemas el nuevo escenario e incluso las palabras han evolucionado. “Gay ya no significa gay. Y maricón ya no significa maricón. No se puede decir que alguien es homófobo por decir eso es muy gay o es un maricón. Supongo que podría serlo, pero sabes cuando alguien está usando esas palabras como un insulto y cuando no”, razonaba uno de los jóvenes en un estudio que se publicó en 2011.

El trabajo de Anderson le permite ser extraordinariamente optimista y señala internet como la gran plataforma que ha roto las cadenas que sometían a esta minoría. “Internet ha permitido la difusión de su mensaje y les otorgó el poder de contraatacar frente a las élites homófobas”, resume. El hecho de que los medios cada vez cuenten con mayores simpatías hacia lo gay y la relajación de las costumbres sexuales de la sociedad han hecho el resto, según este sociólogo. Al margen de lo que unos u otros hagan en la cama, Anderson cree que el fútbol está listo para airear los armarios. Especialmente el fútbol en España, país al que considera con una “disposición nacional bastante liberal hacia la homosexualidad”.

Aunque Anderson insiste en aclarar un punto puramente estadístico: que nadie espere una avalancha, porque no es posible. En ese hipotético armario habría muy pocos futbolistas y quizá Rogers y Hysen sean ya ejemplos de la nueva normalidad. “La población gay es tan sólo el 2,8% de la población y por lo general los homosexuales se sienten más atraídos por deportes mucho más estéticos”, puntualiza Anderson. Y concluye: “Sería erróneo suponer que los homosexuales están tan representados en el fútbol como en el resto de la sociedad. Tan erróneo como suponer que están igualmente representados en el patinaje artístico”.

Nota publicada en Materia.

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