Juan Román Riquelme

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El enganche ha muerto

Juan Román Riquelme, el último gran 10 de los que jugaba sin responsabilidad de marca, se fue dejando un gran vacío
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27 de enero de 2015 a las 21:37

Mundial de Alemania 2006. Ildo Maneiro –uno de los mejores 10 que vistió la camiseta de la selección uruguaya– hace un análisis táctico especial de los partidos para El Observador. Francia, de Zinedine Zidane, elimina a Brasil en cuartos de final. Argentina, de Juan Román Riquelme, cae por penales ante Alemania.

“Argentina, a través de la conducción de (José) Pekerman, intentó complacer el estilo que quería su gente: elaborar juego a través de un solo futbolista –Riquelme– un modelo perimido en el fútbol moderno”, escribió Maneiro.

“La principal diferencia de los equipos europeos con los sudamericanos es la actitud colectiva y solidaria para trabajar por la recuperación de la pelota. En Francia, Zidane es el primero en ofrecerse”, agregó.

Seguramente haya muchas mejores frases para homenajear a un crack de la talla de Riquelme, que el pasado domingo anunció su retiro del fútbol a los 37 años.

Pero el análisis de Maneiro marca a fuego el presente del fútbol: la muerte del enganche y el dominio de Europa que conquistó los últimos tres mundiales (Italia en 2006, España en 2010 y Alemania en 2014).

Riquelme fue tal vez el último gran enganche que habrá visto el mundo. El tipo que jugaba a la vieja usanza del 10. Sin responsabilidad de marca. Pero derrochando talento cada vez que entraba en contacto con la pelota.

Así se lo hizo saber el holandés Louis Van Gaal apenas pisó Barcelona en 2002: “Usted es el mejor jugador cuando tiene la pelota, pero cuando la pierde nos deja con uno menos, acá tenemos un sistema y usted va a tener que jugar de puntero izquierdo”.

Riquelme, nacido el 24 de junio de 1978, surgido en las inferiores de Argentinos Juniors y que debutó en Primera en Boca Juniors en 1996, no se adaptó y se fue a Villarreal.

Ahí hizo un tándem mortal con Diego Forlán. Bien podría decirse que lo sacó Pichichi en 2004-2005.

“#GraciasRoman por tanto fútbol. Rival, compañero y sobre todo un amigo!”, tuiteó el delantero de Cerezo Osaka cuando se enteró del retiro del argentino.

Pero a lo largo de su carrera, Román recibió elogios de todo tipo y color. Hasta el Indio Solari –emblema de los Redondos y del rock argentino– supo ensalzar sus condiciones: “Ha sido, de todos los jugadores que vi, el que más me ha hecho disfrutar del fútbol. Sabe, de manera natural, cómo es el juego todo (cosa poco frecuente) y posee una técnica exquisita y elegante que le permite valorar esa ventaja”, expresó para el libro El Caño más bello del mundo de Diego Tomasi.

El nombre del libro homenajea al mítico caño que le hizo al colombiano Mario Yepes, de River Plate, el 14 de mayo de 2000 en un súper clásico por Copa Libertadores.

Pero si hubo una fecha donde el fútbol fue Riquelme, para siempre, fue el 14 de junio de 2001, cuando Boca enfrentó a Palmeiras por la revancha de las semifinales de la Libertadores.

El xeneize había empatado 2-2 en La Bombonera, y esa noche, Riquelme protegonizó una de las mejores actuaciones individuales en el historial de la Copa. El pobre de Galeano, un volante central raspador al estilo Dunga, lo corrió de atrás todo el partido, pero Román estaba en una de esas noches donde quería jugar y tenerla, habilitar al compañero mejor ubicado en el momento más oportuno. Ser líder. Ser convicción. Empataron 2-2 y se impusieron por penales avanzando a la final donde superaron a Cruz Azul, también por penales.

Después de ganarlo todo con Boca y de pasar por Europa sin lograr que el fútbol se adaptase a su estilo de concebir el juego, Riquelme volvió a Argentina.

Mientras, el fútbol evolucionaba hacia el 4-2-3-1
–fue el sistema que casi todos usaron en el Mundial de Sudáfrica 2010– y a la sustitución del enganche por un media punta que buscara los espacios cada vez más reducidos por la implementación del doble 5.

Después, el viraje europeo hacia el 4-3-3 –que en Brasil 2014 casi ni se vio, acaso por las condiciones climáticas que no permitían grandes despliegues físicos–terminó de marginar a esa clase de jugadores creativos que se movían por el centro del campo, enlazando volantes con delanteros o poniendo pases entre líneas.

El retiro de Riquelme es la muerte física y definitiva del viejo enganche. Pero también de una estética futbolera que sobrevivirá a los años por el esplendor de su belleza.

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