Cuando Pablo Bengoechea decidió meterse en el lío que era Peñarol a fines de 2014 fue tildado de loco. No era para menos. Se salía de un complejo panorama electoral. Aún estaba fresco el “no” de Diego Aguirre. El “10” no había sido la primera opción de la directiva. Tomaba un equipo que había terminado en la noche callada. La diferencia que le había sacado su eterno rival en la Anual generaba vergüenza. Pero Pablo tomó el desafío. Y hoy, que el equipo es único líder, pocos se acuerdan de aquel cercano pasado. Que es casi el mismo plantel, salvo por la baja de Jonathan Rodríguez, y el mismo equipo con algún retoque.
Mire, si repasa los comentarios de los partidos de Peñarol del Clausura, encontrará críticas en casi cada una de sus presentaciones (sólo se salva el duelo con Defensor): que terminó como cuadro chico contra El Tanque, que no le pudo ganar a Tacuarembó, que Sud América lo dejó pegado y que termina sufriendo y plagando la cancha de volantes ante River. Pero va primero. ¿Entonces qué?
Algo debe tener Peñarol. Para quedar como líder e incluso empezar a ilusionarse con la tabla Anual. Algo impensado cuando arrancó el campeonato.
¿Será el embrujo de su entrenador? Bengoechea es práctico. Llegó y dijo: ¿qué se necesita acá? Primero seguridad. Para recuperar la confianza perdida. Y por ahí empezó el repunte. Por defender.
Después contundencia. Miró en su plantel y sabía que tenía perlas escondidas. Las buscó.
Y luego ser práctico. Movió piezas de acuerdo al rival de turno.
Ante River se especuló con el regreso de Urretaviscaya, pero como el jugador no se sentía seguro, siguió adelante con la perla que encontró en Los Aromos: Gabriel Leyes. Paró el equipo, como es habitual, con un doble cinco. No se deslumbró con la chance de quedar primero. La trabajó.
Y así fue el juego con River. Peñarol sorprendió a un rival llamativamente apático. Le copó el medio con Píriz y Aguiar y se le fue a su cancha. A los 5 cabezazo de Albín, a los 12 Pacheco reventó el palo y a los 15 el grito de gol. Leyes pescó una pelota en la salida de River, encaró ante tres defensas y definió notable.
Luego del gol el equipo se tomó una pausa peligrosa en pleno partido. Y esas son las dudas que genera Peñarol. Se dejó invadir. Y River, de la mano de Techera que fue imparable, lo hizo temblar. Para colmo Migliore no dio seguridad cada vez que salió del arco.
De los 15 al cierre del primer tiempo River se adueñó de la pelota. Peñarol no llegó a realizar dos pases seguidos. Lastimaba los ojos verlo. Y cuando se olfateaba el empate, tiro de esquina de Japo Rodríguez, el golero Olveira salió mal, y Píriz anticipó de cabeza para el 2-0 aurinegro.
Tan increíble como real. Se podrían decir muchas cosas pero todo se resume con explicar que simplemente es fútbol.
En el complemento River se metió enseguida en partido aprovechando un error de Migliore y una avivada de Rosso. Es cierto que el jugador de River pasó el balón al medio con el codo para que el Morro García descontara, pero no se puede dejar de lado la horrible salida de Migliore.
Entonces Bengoechea, que de tonto no tiene un pelo, comenzó a observar que el equipo era empujado contra su arco por el rival. Y luego de que el juez Fuentes le perdonara la vida a Leyes, al que debió expulsar por una plancha en el mediocampo, lo sacó y colocó a Hernán Novick para cuidar la pelota. No lo logró.
Seis minutos más tarde reforzó la zona central. Es que River presionaba con los dos volantes centrales en campo rival. Achican hacia adelante y te meten en la cueva. Bengoechea puso a Gianni Rodríguez y se paró con un 4-4-1-1. Intentó tapar las bandas.
Y River chocó contra el muro. Apenas llegó una vez y sin claridad. Es más, fue Peñarol el que dispuso de las mejores oportunidades con Zalayeta libre y poniendo de cara al gol al Japo Rodríguez primero y a Novick después.
De esa forma, Peñarol se trepó a lo más alto del Clausura. Se puso a ocho puntos en la Anual. Aquello que era impensando hoy se transforma en una ilusión. Poco cambió de aquel lío de diciembre. La dirigencia sigue buscando al director deportivo. El plantel es el mismo. Las críticas se mantienen. ¿Cómo se explica entonces? ¿Será el embrujo de su entrenador?
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