Sanguinetti le entrega la mítica número 8 a Pacheco

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El día que el Tony lloró

Antonio Pacheco volvió a la institución y se emocionó hasta las lágrimas por el apoyo de 500 personas que lo fueron a ver luego de su polémica salida hace poco menos de un año
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13 de julio de 2012 a las 20:58

“Esto es como el cumpleaños de 15 de mi nieta”, dice un veterano que se acerca a la presentación de Antonio Pacheco en su cuarto pasaje por Peñarol. “Es un día de fiesta para mí”, agrega con una sonrisa enorme.

La gente que fue finalmente la que lo devolvió al club espera afuera. No puede entrar a la conferencia de prensa porque no hay lugar.

“Él no estaba asegurado… Tu gente luch8 por el sí”, reza un trapo colgado de la cancha auxiliar de Los Aromos por un hincha. El 8 hasta en el texto.

Son las 12.46 y llega el presidente Juan Pedro Damiani en un Audi A4 3.2 negro con chapa de Maldonado del cuerpo consular.

En Peñarol está claro que no son supersticiosos. Es que tenían previsto presentar a sus nuevas figuras, incluido Antonio Pacheco, el viernes 13 a la hora 13.

Sin embargo, todo se demora, porque el paraguayo Aureliano Torres no consiguió vuelo por el cierre de Pluna y lo hizo en barco. Entonces lo fueron a buscar al puerto y la conferencia comenzó con 32 minutos de retraso.

Van entrando de a pocos a la sala, Damiani, el vice Welker, el secretario Gedanke, el presidente honorario Julio María Sanguinetti, su esposa, Marta Canessa, presidenta de la Asamblea Representativa y ellos, los nuevos jugadores: Ignacio Nicolini, Damián Macaluso, Sebastián Vázquez, Juan Manuel Olivera, Aureliano Torres y el último en hacerlo es Pacheco. Totalmente bronceado por sus días de vacaciones en República Dominicana.

“El ‘juvenil’ Pacheco nos llena de alegría y tenemos que disfrutarlo. Él también lo debe hacer y la gente”, explicó Damiani.

Sanguinetti, por su parte, explicó que “nuestro dicho expresa que renacemos en cada primavera, pero esta vez parece que es en pleno invierno. Ojalá julio sea augural en varios aspectos, que sirva para un acto de renovación de fe, de esperanza”.

Y la número 8 no espera. Se la da el propio Sanguinetti a Pacheco, quien con un gesto, se asemeja a Benjamín, su hijo. Es un niño más.

Las notas de rigor ante un maremágnum de cámaras, micrófonos, periodistas, curiosos. Las primeras lágrimas se ven en su rostro. De a poco parece irse desahogando.

Ya son las 14.17 y Tony sale de la sala de conferencias para saludar a la gente que sigue estoica, bancando el frío y pegada al alambrado lindero de Los Aromos, ya que continúa sin poder entrar.

Antonio se acerca a las 500 personas de todas las edades. Vuelve a llorar. Se emociona. Saluda. Lo tocan. Le gritan. Lo miman.

Se acerca un padre con un bebé y le pide que le ponga la camiseta. Y Antonio lo hace con el mismo cariño que si se tratara de su hijo. Siente quizá más que nunca en la jornada que es el día, su día en Los Aromos.

La hora de salir a la cancha
Luego de tanto trajín, de tantas notas, e idas y vueltas, llegó la hora de salir a la cancha.

Entonces se permitió el ingreso a esas 500 personas para que ingresaran a Los Aromos, ya que desde donde se encontraban paradas no iban a poder observar la práctica.

Y allí comenzó el delirio general. La locura vestida de amarillo y negro.

Los jugadores fueron entrando como de costumbre –Aureliano Torres pisaba por primera vez Los Aromos– junto al cuerpo técnico encabezado por el Polilla Da Silva, que también mostraba su felicidad en el rostro.

Cuando el Tony pisó el césped surgió un aplauso espontáneo, generalizado, de todo el público que desbordó la concentración.

Entonces surgió la reciprocidad de Pacheco, quien levantó su mano para devolver tanto cariño a la gente.

Las bromas con Darío y el Lolo Estoyanoff, la pasarela típica que el resto de los jugadores le hacen a los “nuevos” que llegan al club, pegándole por todos lados, y la alegría desbordante del 8 mirasol quedaron para la anécdota.

Fueron muchas horas y fue mucho el desahogo. Un día, Antonio Pacheco volvió a Peñarol. Fue un viernes 13, bien contra los supersticiosos.

“¿Le dijiste algo a tu hijo Benjamín?”, le preguntó El Observador. “No, no le dije nada. Pero va a estar conmigo”, dijo sonriendo.


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