Este club tiene un estilo, pero el fútbol tiene muchas fases. Hay que saber sufrir cuando se necesita”.
La frase es de Javier Mascherano, líder espiritual de Barcelona. Detrás suyo el Nou Camp estallaba tras ganarle el clásico a Real Madrid 2-1. Es uno de los paladares futbolísiticos más exigentes del planeta, pero no les importa que Barcelona haya esperado, que haya jugado de contra, que por momentos haya sido apabullado futbolísticamente por Real Madrid. Mascherano, el hombre de los forcejeos, de las barridas, de la marca, refleja como nadie ese traje que se puso ayer Barcelona: el de sufrir, el de aguantar atrás, el de esperar una chance para clavar la estocada.
Ayer, Barcelona se pareció a Uruguay. Más concreto: Barcelona se pareció a la mejor versión de Luis Suárez. La del oportunista con olfato asesino.
Como en aquel partidazo ante Manchester City, ayer el uruguayo se mostró en su salsa: peleando con toda la línea de cuatro de Real, protestándole al juez, corriendo por todos lados como un demonio.
No fue prolijo ni lindo de ver. Fue Suárez en su máxima expresión. Se cruzó con Pepe en una pelea que le valió la amarilla al portugués y luego a él mismo tras tirarle una patadita al defensa. Forzó otra falta de espaldas al área, cuando su equipo era arrinconado por una ráfaga de fútbol del mejor Madrid que se haya visto en los últimos meses. Suárez tiró en la cancha ese juego de potrero, esa picardía que necesitaba el pulcro Barcelona y que le valió la falta para el gol de Mathieu cuando su equipo era menos.
Real Madrid era vértigo, precisión, calidad, hasta un taco de Benezema para Cristiano. Era una notable definición del portugués para el 1-1 y ese festejo con la manito diciendo “tranquilos”, el epítome de la soberbia.
Madrid era poder. Barcelona, rebeldía. El merengue atacaba por todos lados. Y Barcelona aguantaba. ¿No le suena de algún lado esta narrativa?
Claro que sí. Si parecía que Dani Alves tenía puesta una camiseta celeste mientras tiraba un pase cruzado de contragolpe a Suárez, para que el 9 metiera la diagonal y la cruzara al palo derecho.
Golazo. A lo Suárez. A lo Uruguay, pero en Barcelona, para concretar su tarde más feliz con la camiseta culé.
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