Maximiliano Gómez

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Del liceo al estadio

Maximiliano Gómez, el juvenil que probó Jorge Goncálvez cursa tercero nocturno, trabajó en Antel y el miércoles fue a saludar a sus excompañeros en la torre
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30 de octubre de 2013 a las 16:14

Es el séptimo de 10 hermanos y vive con alguno de ellos, sus padres, su abuela Blanca de 94 años y hasta su novia Eugenia a la que conoce desde hace cuatro años.

Maximiliano Gómez tiene 20 y es la gran sorpresa de Tito Goncálvez para el partido ante Miramar Misiones del próximo domingo. El miércoles lo probó en Los Aromos en lugar de Nicolás Raguso.

No puede creer lo que está viviendo. Su padre no lo llevaba nunca al estadio a ver a Peñarol en una familia llena de manyas. No lo hacía por un tema de seguridad. Es que sabe que a veces está complicado ir a ver un partido de los aurinegros y entonces no lo dejaba ir.

El primer recuerdo que tiene de haber ido al estadio fue el día que se inauguró la bandera gigante contra Independiente por la Copa Libertadores de América 2011.

“No puedo creer que ahora estuve entrenando y que vaya a jugar con jugadores a los que fui a ver al estadio”, dijo Maxi a El Observador.

Claro que aquella noche estuvieron en el equipo titular Antonio Pacheco, Darío Rodríguez, Luis Aguiar y Fabián Estoyanoff, y en el banco Emiliano Albín. También jugó Carlos Valdez, quien se recupera de su lesión en el tendón de Aquiles.

Se define como un jugador de buena marca y si bien la velocidad “no es mi fuerte, tampoco soy lento”.

A fines del año pasado sufrió un golpe en la cabeza, el mismo día que la Tercera obtuvo el Torneo Apertura goleando 4-1 a Liverpool. Ese partido jugó como volante. “Sufrí conmoción cerebral y estuve internado durante dos días en observación. Me hicieron una tomografía y por suerte dio bien”. Se perdió dar la vuelta olímpica y se enteró del resultado días después.

Tony Pacheco fue el único referente que el miércoles le habló en Los Aromos. “Tenés toda la confianza del grupo, así que jugá como sabés”, le dijo.

Maxi cuenta que “lo primero que sentí con estas palabras fue una responsabilidad enorme porque Tony es una persona muy importante dentro del club. Después también sentí orgullo”.

A Peñarol lo llevó Edgardo López Báez desde Fénix en donde solo entrenó y nunca lo ficharon. Fabián Coito –hoy DT de la celeste sub 17– le pidió a López Báez si quería ir con él a los aurinegros y allá se fue con Maxi. El que lo hizo debutar en Octava fue otro Goncálvez: Néstor, el hijo mayor del histórico.

Le dicen Coco pero ni se acuerda por qué. “Me lo pusieron de chico”, dice. Es de Pueblo Victoria y allí, Uruguay Montevideo es el club. Cuenta que lo fue a ver varias veces, “sobre todo, cuando estuvo cerca de ascender”. Fue en el club Los Magos de baby fútbol de esa barriada en donde empezó su sueño.

No quiere dejar los estudios que alguna vez abandonó por las prácticas. “De noche curso en el liceo 16, cerca de Capurro. Estoy haciendo algunas materias de tercer año”, indicó a El Observador.

En materia de clásicos explica que el último –y único– que jugó en Tercera, Peñarol ganó 3-0 con dos goles de Jonathan Rodríguez y uno de Agustín Barán. “Ver el estadio lleno, gritando por nosotros fue algo impresionante”.

En el resto de las juveniles del club, “perdí un solo clásico, gané dos y empaté dos”, recuerda.

Tito le pidió “que primero marcara y después, si se puede, irme al ataque. Me dijo que jugara tranquilo”.

En su momento también tuvo que ayudar a la familia a parar la olla. Es que son unos cuántos en casa. Entonces, a través de una beca del INAU, logró ingresar en Antel y trabajó durante un año y medio al lado de la torre, adonde el miércoles fue a saludar a sus excompañeros.

“Me encargaba de imprimir los manuales para los diferentes cursos que se brindan y una vez que la imprenta me los enviaba, se los daba a los profesores y los distribuía. Me anoté para dar una mano en casa y estuvo bueno”, dice la nueva cara que mostrará Peñarol el domingo.

Blanca, su abuela casi centenaria, obviamente es manya. No habla mucho de fútbol con ella “pero ahora le voy a contar que me toca jugar el domingo”. Y tiene una esperanza: “Capaz que hasta mi viejo se anima y va al estadio y rompe con el hechizo de no ir nunca”.

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