Ana María Desevici

Polideportivo > MI HISTORIA OLÍMPICA

Del Cerro a Montreal

Asmática y flaquísma empezó a saltar en el patio de la escuela y llegó a unos Juegos donde fue víctima de una vergonzosa desorganización
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28 de julio de 2016 a las 20:20
Para Ana María Desivici, el presente y el pasado se dan la mano en el patio del liceo 11 del Cerro, que da su espalda a la bahía de Montevideo al igual que la cancha de Rampla Juniors.

A los 60 años, ahí trabaja como profesora de educación física; a los 12 años, ahí realizó sus primeros saltos largos.

Donde ahora hay una canchita de fútbol, antes había una caja de madera con arena, una tablita y una cuerda. "Los profesores Leites y Noya descubrieron que la flaquita tísica, con asma y muy alta podía saltar una cantidad. Ahí empecé mi carrera de atletismo", contó a Referí en el lugar de los hechos.

"Me costó mucho entrenar porque era asmática, pero mis padres me dejaron ir a entrenar a la pista", dijo.

En 1970, con 14 años, disputó su primer Sudamericano, en Cali, entre mayores: "Fue todo un susto", confesó.

Seis años después, con 21 ya cumplidos, llegó a los Juegos Olímpicos, en Montreal 1976.

Desevici resume semejante experiencia en una sola palabra: "sacrificio".

"En aquella época el deporte era completamente amateur, no existían los viáticos, los auspiciantes y nos comprábamos todo nosotros. Los zapatos con clavos se conseguían en Argentina o se pedían prestado. Había que estudiar e ir a entrenar. Y a la hora de competir, nuestra pista era de carbonilla y cuando pasábamos al tartán era un sufrimiento porque generaba inflamaciones y otros problemas".

Desevici remarcó otro aspecto fundamental que marcó la participación de Uruguay en esos Juegos: la dictadura.

"Al principio dijeron que Uruguay no iba a ir. Después dijeron que había un pasaje por deporte. Y al final armaron la delegación a dedo. Mi entrenador era Jorge Lagomarsino y como no lo dejaron salir del país me mandaron a otro para que me acompañara", contó.

Como podía esperarse, Uruguay terminó haciendo un vergonzoso papelón.

"Cuando llegamos a la villa olímpica no teníamos lugar. Nos quedamos horas tomando helado hasta que al final nos dieron alojamiento".

Desevici no tenía ni pista para entrenar: "El nombre de Uruguay no figuraba por ningún lado y me tenía que ir a un campo de golf cercano donde entrenaba persiguiendo ardillas".

Con el inglés que pudo aprender en el liceo, fue ella quien tuvo que ir a ratificar la inscripción en su principal prueba, el salto largo. Pero el día de la competencia la inscripción se perdió y no pudo participar. Insólito.

Dos días después sí pudo competir en pentatlón, prueba que a partir de Los Ángeles 1984 pasó a disputarse tal como se la conoce actualmente: heptatlón.

"Estaba tan nerviosa por la incertidumbre de si iba a participar o no que me fue horrible. Y todavía salí sorteada para el control antidopaje", recordó.

"Un Juego Olímpico no deja de ser maravilloso, pero yo iba a competir y prácticamente no pude hacerlo", agregó.

Desevici había hecho marca para competir en Múnich 1972. "Pero dijeron que era muy chica".

En el Sudamericano de Lima 1971 había ganado la medalla de plata en salto largo con un registro de 5,72 m siendo solo superada por la chilena Silvia Kinzel (5,83 m).

Al año siguiente, en el Sudamericano juvenil (sub 20) de Asunción fue bronce con un registro menor: 5,42 m.

En 1975 disputó su último Sudamericano, en Río de Janeiro, y fue finalista en los Juegos Panamericanos de México donde terminó en el quinto puesto.

"Eso fue medio pasaje para los Juegos Olímpicos", dijo.

Pero un trago amargo le hizo replantear su carrera deportiva: "En esa época estudiaba magisterio y por irme a los Panamericanos me pasé por una o dos faltas cuando ya tenía el año salvado. Me lo hicieron perder, una gran injusticia. Al año siguiente empecé a estudiar educación física en el ISEF y después de los Juegos, haciendo una demostración de salto largo, me desgarré. Ahí dejé porque no quería perder más tiempo con los estudios".

Desevici tenía apenas 21 años cuando dejó el deporte. Toda una carrera por delante y al final se hizo profe de educación física.

El anecdotario

Bochornoso
Tapa de El País del 11 de julio de 1976 dando cuenta de que la delegación uruguaya no tenía lugar en la villa olímpica de Montreal. En plena dictadura, la preparación y participación de los celestes fue vergonzosa.

La leyenda de Comaneci
Los de Montreal fueron los Juegos de la gimnasta rumana Nadia Comaneci. "No pudimos ir a verla porque para ciertos eventos no había disponibilidad de entradas, pero la veíamos en la villa. Era increíble, no hablaba, no te miraba. Nosotros cambiábamos pins con todos y ellos nada, ni nos miraban. Su entrenador y el séquito que las seguían hasta en el ascensor o en el comedor ni se hablaban. La misma disciplina que a la hora de competir. Creo que se deshumanizan, dejan de ser personas para ser objetos de entrenamiento. Después que compitió se quedó un tiempo y ya era famosa. Lo suyo en competencia fue mágico al punto de que no existía el 10 y cuando le dieron la puntuación se veía un 1 porque no se creía que nadie pudiera llegar a un 10 perfecto y ella lo alcanzó".


Bajo control
"Los Juegos de Montreal fueron los siguientes a los atentados de Múnich y las medidas de seguridad que se aplicaron fueron extremas, cada entrada había que pasar por escaners y detectores de metal".

Lejos en el nivel
"Es tanta la diferencia, ahora veo todas las facilidades que tienen los deportistas uruguayos y es tan distinto... Pero igual seguimos lejos del nivel de las potencias, sobre todo porque todos tienen estructuras que permiten conciliar deporte y estudio".

El logro
Desevici fue doble medallista sudamericana, plata en Lima 1971 y bronce en Asunción 1972 con récord sudamericano juvenil, ambas en salto largo.

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