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De Vicenzo: “Si en la vida no trabajás, no hay recompensa”

A sus 90 años, un símbolo del golf argentino recibió a El Observador y repasó historias, anécdotas y testimonios que marcaron su exitosa carrera dentro y fuera de los links
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23 de diciembre de 2013 a las 20:46

Roberto De Vicenzo es un hombre que está más cerca del “hoyo que del tee”. Así, en tono de broma, pero consciente de que la vida le ha dado mucho y ahora disfruta de su vejez, recibió a El Observador en su querido Ranelagh Golf Club, Argentina. Durante más de una hora, la charla permitió evocar el recuerdo de toda su trayectoria golfística.

¿Cómo ve al golf en Argentina y en Sudamérica?
El golf argentino como todo el golf de Sudamérica ha crecido mucho. El golf antiguamente, hace muchos años, era poco conocido, era un juego que la gente lo consideraba exclusivo, y muchos pensaban que era un juego de borrachos, que venían aquí a emborracharse. Y la verdad que no fue así, aquí cuando llegaron los ingleses para armar los rieles del ferrocarril, fueron al Chaco, sabían que había madera muy dura. Cuando llegaron los ingleses que mandaron aquí seguramente eran deportados porque seguramente eran bandidos, habían sido piratas y los mandaban de castigo para aquí y llegaban con una pelota de fútbol, unos palos de golf y una caja tremenda de whisky, y se ponían en pedo y jugaban al golf. Esa fue la llegada de los ingleses al golf en Argentina.

¿Cómo fueron sus comienzos?
Nací al lado de una cancha de golf, cerca de la estación ferroviaria Miguelete y aprendí a jugar con una rama de árbol y un corchito. Era chico e iba a realizar los mandados pegándole al corchito y descubrí que si al corchito le ponía unos clavos de un lado volaba más fuerte, si los ponía de una forma iba para la izquierda y del otro lado para la derecha y le jugaba a los chicos amigos míos del barrio que la tiraba con pool (efecto hacia la izquierda), o con slice (efecto hacia la derecha), y en verdad le hacía trampa, porque le metía el clavito, ganaba 10 centavos y con eso íbamos al cine.
Yo siempre tuve una habilidad para realizar las cosas. Cuando vine aquí (Ranelagh Golf Club) en el año 1942, esto era un desierto; aquí no había nada, eran todas quintas y con el tiempo ha ido cambiando.

¿Después de cuánto tiempo empezó a jugar con palos reales?
Cuando llegué a Ranelagh Golf Club tenía 18 años, le hacía de caddie a Irineo Leguisamo y Elías Antunes (dos famosos jockeys). Con ambos jugaba, y ahí empecé a utilizar palos verdaderos.

¿Cómo es su familia?
Conocí a mi señora aquí en Ranelagh. Vivía aquí y siempre le hacía señas para encontrarme con ella. Me casé con ella, y vivimos juntos desde hace 70 años. He formado una familia y tengo dos hijos: Roberto y Eduardo.

¿Usted se sentía autodidacta en sus comienzos?
Aprendí más con el trabajo, con la paciencia, con practicar. Vivía solo aquí, en Ranelagh Golf Club, en un sótano. Me iba a jugar con toda la bolsa y cuando regresaba empezaba a pensar que había hecho con este palo, con el otro, con la madera. Y quedaba confundido. Y un buen día me dije por qué tener tanta confusión. Y empecé a ir con un solo palo y practicaba todo el día con ese palo, realizando diferentes golpes y así comencé a dominar la pelota, la manejaba y así logré manejar todos los palos.
Yo trabajé mucho y hablaba con el árbol. Hablar con el árbol es lindo, la joda es cuando te comienza a contestar (risas)...
En la vida si no trabajás probablemente podés tener algo hoy, pero mañana ya no lo tenés. Para conseguir algo otra vez hay bajar el lomo. Si en la vida no trabajás, no hay recompensa.

¿Su primer viaje cuando fue?
Tenía una casita chiquita en Ranelagh, y fui cerca del cine Gran Rex a ver a un médico que se llamaba Cordero para pedirle US$ 3.000, que en esa época era un dineral. Estaba hablando con él y cuando le pedí el dinero, metió la mano al bolsillo y ahí pensé que me iba a dar el dinero, pero sacó el pañuelo del bolsillo y se secó la transpiración. Dio varias vueltas y al final me dio el dinero. Fueron tres cheques de US$ 1.000 cada uno. Nunca los utilicé y se los traje de vuelta. No necesite plata en Estados Unidos ya que gané dinero rápidamente. Siempre gané dinero. Nunca tuve problema con el dinero, tenía siempre una buena relación con alguien.

¿Y Europa?
Era muy distinto llegar a otras partes del mundo, especialmente cuando las partes a las que llegás son más pobres que lo que uno espera encontrar. Me acuerdo cuando fui a Inglaterra: la primera vez fui a hacer beneficios para la gente pobre. ¿Y sabés cómo se hacía el beneficio? Salía a jugar con otro profesional, el inglés se llamaba Johnny Murray, creo, y cada hoyo que jugábamos y lo hacíamos bien, nos tiraban al green monedas, libras, los que tenían plata, y así jugábamos 18 hoyos y había una sociedad de beneficencia que juntaba el dinero y luego se lo llevaba. Yo no jugaba por plata, no me pagaban aparte, solo me pagaba Dunlop de Argentina, el viaje y estadía. Estamos hablando del año 1946.

¿Vivió en México?
Sí, muchos años en México. Tengo grandes recuerdos en Churubusco. Me fui a México porque viajaba seguido a Estados Unidos y viajar de Argentina a Estados Unidos me costaba un dineral, además de tiempo.

¿José Jurado fue el pionero en Argentina?
José Jurado fue un pionero del golf acá en Argentina. Había ido a Inglaterra a jugar, invitado por el príncipe (Eduardo de Inglaterra, el hombre que abdicaría al trono por amor)y tomaba el té con el príncipe, porque jugaba muy buen golf. Cuando regresó a Argentina era una novedad. Jugaba muy bien, pero era muy chiquito y el golf recién se empezaba aquí a jugar profesionalmente en Argentina. El problema suyo fue que era timbero, apostador, y ganaba menos de los que gastaba, y llegó un momento en que a qienes les debía lo estaban apremiando y fue tanta la presión que terminó con su vida: se mató. Pero fue un pionero.

¿Usted ayudó a Severiano Ballesteros?
Ballesteros fue un buen amigo. Un día me lo presentaron, salimos a jugar una ronda de golf, terminamos, entramos al comedor y nos encontramos con un empresario estadounidense. Diría que más que un empresario era un buscador de oportunidades, quería encontrar algo, y me preguntó que me había parecido éste, señalando a Ballesteros. Entonces le dije que tomara al muchacho que iba a tener futuro.
Ballesteros aprendió a jugar golf al lado de un campo, ya que su padre cuidaba unas vacas cerca de una cancha. Seve logró lo que nadie en el mundo consiguió: fue famoso por su juego, por su simpatía y por su alegría.
Una de las anécdotas sucedió cuando un día jugábamos un hoyo con un dob-leg y Ballesteros miraba un árbol. Entonces me acerco y le digo: ‘A tu edad lo pasaba por arriba’. Me miró y ejecutó su golpe, que obviamente dio en el árbol. Y me dijo: ‘Coño, cómo hacías tú para pasar por encima’. Estaba enfurecido, y yo le dije sonriendo: ‘Cuando yo tenía tu edad, el árbol era bien chiquito (risas).
Pero siempre digo lo mismo, fue un buen amigo Ballesteros, fue mimado, se casó con la hija de un millonario, vivió una vida linda pero se murió mal.

¿Ayudó a Gary Player?
A Gary Player le llevo unos 10 o 12 años. Recuerdo que viajaba con nosotros cuando era un chico y yo iba con mi señora y con él. Player me seguía a mí y me iba a ver cuando salía de los búnkers cómo hacía para sacarla, y me copiaba. Al final salió muy inteligente y está recontra millonario. Player es hijo de un minero.

¿Qué recuerdos le trae The Open de 1967?
Había participado muchas veces en el Abierto Británico y por una razón u otra había estado cerca, dos veces segundo, tres tercero y una lo gané. Y me costaba dinero –en esa época no había espónsores– y tenías que sacarlo de tu bolsillo. No era fácil. Ahora cuando tenés un poco de condiciones aparecen muchos tipos que te explotan.

¿Cuánto le ayudó su caddie Willy a ganar ese The Open?
Willy fue un buen ayudante, no solo en la cancha sino que me llevó por toda Inglaterra.
Indudablemente fue importante. Cuando gané ese torneo (The Open de 1967), las apuestas eran 70 a 1 en mi contra. Con 100 libras ganamos 7.000. Dos días antes del título el inglés, que fue el que me hospedó en las cercanías del club y me propuso apostar, quería vender y hacíamos un 30% de ganancia. Yo, que era muy inocente, le dije que siguiera para adelante. Seguimos y ganamos 7.000 libras. En ese entonces era un dineral, mucho más que el premio que eran 2.000 libras. Para qué te digo la fiesta que realizamos, (risas)...

¿Cuáles fueron los rivales más duros que recuerda?
Son todos. Cuando se sale a jugar son 130 jugadores, nunca sabés, porque siempre hay un inspirado. Eso sí: Jack Nickalus se inspiraba más seguido que otros.Arnold Palmer era tramposo: no hacía trampa directamente, pero cuando tiraba un tiro malo e iba al público se la pateaban y la tiraban adentro y la jugaba desde ahí. Nicklaus cuando le pateaban la bola, decía de donde la patearon y ahí iba, la reponía y jugaba. Palmer era muy querido, fue pionero, fue el gran animador del golf en Estados Unidos, pero aprovechaba los beneficios de los espectadores.

¿Cómo fue su relación con Gene Sarazen?
Un gran amigo. Me quería mucho. Un día estábamos en Inglaterra y Sarazen me propuso salir a recorrer, y fuimos al Museo de Londres. Llegamos al museo, miró a su alrededor y me dijo: ‘¿Qué estamos haciendo acá? No somos turistas, somos profesionales’, y nos volvimos.Sarazen era muy querido.

¿Algún recuerdo sobre Lee Trevino?
Cuando conocí a Trevino, estaba sentado en un vestuario y llegó ofuscado porque había errado un putter en el hoyo 18 y le había costado US$ 300. Era muy jovencito y estaba llorando. Entonces le dije: ‘Lee, no importa, ya vas a ganar más adelante’, lo invité a comer y nos fuimos. Un día Trevino estaba cortando el pasto en el jardín de su casa, frenó un auto, se bajó una mujer bonita y le preguntó: ‘Señor cuánto cobra para cortar el pasto, y Trevino dice nada, pero la dueña de casa me deja dormir con ella todas las noches. Dicen que esa mujer se fue muy enojada’.

No puedo dejar de preguntar sobre el The Masters en 1968 y el error en la tarjeta.
Ese fue un error, el más beneficioso de mi vida, porque firmé mal la tarjeta porque había hecho birdie en el hoyo 17 y Tommy Aaron me anotó par y yo quería hacer tres en el 18 para batir el récord pero en vez de hacer birdie me fui con el bogey y me quedé con la tarjeta y nunca miré el hoyo 17. Me dieron un golpe de más y cuando me preguntaron los periodistas qué sentía, dije: los reglamentos son los reglamentos y hay que respetarlos. Eso me abrió muchas puertas, hasta un comercial de televisión.
Bob Goalby (su verdadero nombre era Robert George Goalby, ganador en esa edición) no fue ni buen amigo ni buen ganador. Porque me criticó toda la vida y yo no tenía nada que ver. Goalby era un muchacho preparado, pero no fue inteligente. Relación con Tommy Aaron no hubo. Ese día se hizo el estúpido y se fue; al año siguiente salió campeón.

¿Qué significa para usted el reconocimiento del PGA Tour Latinoamérica que puso un trofeo al mejor de la temporada que lleva su nombre?
Siempre es agradable saber que uno ha tenido una conducta y que no dejás cosas que te puedan reprochar. Lo más reconfortante es dejar un recuerdo para que la familia viva bien y yo he dejado un buen recuerdo por todo el mundo.

¿Está jugando?
Ya no, no tengo fuerzas físicas ni mentales. El juego de golf es una administración, quiero decir que a la pelota de golf la tenés que administrar porque si vos arriesgás para ganar un poco y arriesgás para perder mucho, entonces es fácil perder mucho y es difícil mantener un ritmo.

¿Cuál es el Major que más le gusta?
The Open es el más justo; es un torneo mundial, tiene una trayectoria.

¿Se quedó con la sensación de que podía haber ganado más Majors?
Y sí. Siempre me quedó esa sensación.

¿Qué fue lo que más mejoró en este deporte?
La pelota ahora es mucho más obediente.

¿Es más fácil el golf de hoy?
Sí, los palos te transmiten sensaciones.

¿Qué significó para usted que Ángel Cabrera ganara dos Major?
Es un gran jugador, puede ganar cualquier clase de torneo porque es muy inspirado y arriesga a veces sin saber lo que puede perder. Es uno de los mejores jugadores que hay en el mundo. Va a seguir ganando porque es ambicioso.

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