Cuestión de herencia: las dinastías del fútbol uruguayo

Durante muchos años Juan Pedro cargó con la cruz de ser el hijo de... La personalidad, los dichos, las salidas, el recorrido, la calle de su padre José Pedro son insuperables. Con el paso del tiempo Damiani hijo se ganó un lugar en el mundo del fútbol. Pero claro, la tarea no es sencilla.

Si a Damiani le costó ganarse un lugar en el ambiente directriz se podrán imaginar lo compleja que resulta la tarea dentro de la cancha.

El fútbol está plagado de casos de dinastías o herencias de padres exitosos a hijos.

Y es duro cargar con la cruz. La primera reacción con la que deben convivir los hijos de exfutbolistas que lograron la gloria es la ironía de que están en el lugar que están por el padre. Jamás será por sus condiciones.

Diego Forlán lo vivió en carne propia. Víctor Púa fue el paraguas que recibió la tormenta de críticas. Pocos recordarán que cuando Diego apareció en las selecciones juveniles de Uruguay, en 1999, se decía que jugaba porque era el hijo de Pablo, no por sus condiciones futbolísticas que se ponían en duda en aquel entonces.

Y otro tanto ocurrió con los hijos de... El tema no es sencillo. Hay que ponerse en la piel de esos chicos que dan sus primeros pasos en las divisiones juveniles con la mochila de la gloria que conquistaron sus padres.

Para colmo en Uruguay siempre, pero siempre, "el hermano juega mejor o el hijo no le ata ni los zapatos al padre". Son frases comunes.

Sin embargo, en este país chico en territorio y población, se da la curiosidad de que existen algunas dinastías cargadas de gloria. De hijos que tomaron el legado de sus padres y llevaron a la familia al Olimpo de la gloria.

En el sorteo de la Copa Libertadores de América realizado anoche en Asunción se premió a los Forlán. La dinastía incluye al abuelo materno de Diego, Juan Carlos Corazzo, más conocido por su apodo de Nino.

Corazzo fue campeón de la Copa América como entrenador de Uruguay en 1959 y 1967. También clasificó a la celeste al Mundial de Chile 1962 al derrotar a Bolivia, tan ajustadamente que fue cesado antes del Mundial.

Lo cierto es que los Forlán (padre e hijo) se transformaron en una de las familias más ganadoras de la historia del fútbol uruguayo. Entre Pablo y Diego lograron conquistar 20 títulos, esto sin contar los premios individuales que obtuvo Diego. No olvidar que fue considerado el mejor jugador del Mundial de 2010.

Con uno menos están los Montero y con dos los Goncalves. Luego vienen los Castro, una familia vinculada a la historia de Nacional, y los Matosas, otra dinastía aurinegra.

Se da la particularidad de que la familia Montero unió a Nacional y Peñarol: Julio Montero Castillo realizó su carrera en los tricolores mientras que su hijo Paolo defendió la camiseta aurinegra.

Para un padre no debe existir mayor satisfacción de que su hijo siga sus pasos y si lo hace con éxito quiere decir que el legado fue bien transmitido.