La jugada que el británico David Wetherill efectuó en su partido de tenis de mesa ante el alemán Thomasz Kusiak será una de las más recordadas de esta cita paralímpica.
No por haber sido el punto que le dio la victoria o que le valió una medalla, sino porque es un claro ejemplo de que el ser humano no tiene límites y que, si quiere, puede superar cualquier adversidad. Esa es la raíz del espíritu paralímpico.
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