Hinchas de Uruguay en Fortaleza

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Crónica de una amargura

El impresionante aliento uruguayo en la previa se transformó en desolación después de la derrota
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15 de junio de 2014 a las 20:32

Del éxtasis a la amargura, sin escalas. Después del partido, el cambio fue radical en el sentimiento de los miles de uruguayos que coparon Fortaleza para acompañar el debut mundialista. Los días previos fueron alegría, cantos, fiesta y quizá demasiada emoción a flor de piel. Porque el fútbol muchas veces no entiende de lógica y eso es difícil de asimilar cuando se esperaba un partido accesible que terminó yéndose como agua entre los dedos, casi sin poder pelear. La sorpresa fue grande y afectó a todos los uruguayos que llegaron a Brasil.

La playa de Iracema, bastión del contingente celeste en la sofocante y húmeda capital de Ceará, fue el principal testigo del cambio de ánimo de los uruguayos. Basta con comparar lo acontecido el viernes con lo que se vivió el sábado. La noche anterior al partido, los bares desbordaban de camisetas y banderas uruguayas, saludos de murga y cerveza. En la Fan Fest daba la sensación de que los locales eran quienes habían recorrido miles de kilómetros. El lugar designado por FIFA para transmitir los partidos y realizar eventos, ubicado sobre la arena, era un delirio celeste. Bailes y música en vivo. Gente de todas partes. Al otro día, después de la derrota, pocos uruguayos cabizbajos caminaban por la rambla de Iracema, envueltos en banderas pero ahora intentando digerir lo que habían visto en el Castelao.

Para Uruguay, lo mejor del partido con Costa Rica no estuvo en la cancha: fue la previa, el ingreso de un mar de gente que horas antes de las 16 se acercó caminando al rayo del sol a la entrada del estadio. Hubo bombos, platillos y redoblantes, batucada y hasta un grupo de imitadores del presidente José Mujica. Las barras de amigos se detenían metros antes del ingreso para declarar su amor por la selección ante las cámaras. No faltaron innumerables e ingeniosas referencias al Maracanazo y banderas de varios clubes de fútbol y básquetbol.

Entre tanto color, el caso de la familia Silva podría pasar desapercibido, por el bajo perfil de sus integrantes. Oriundos de El Pinar, Walter, su esposa Cintia y su hijo Joaquín llegaron hasta Fortaleza en camioneta. “Desde el Mundial pasado que nos quedamos con ganas de ir. Planificamos las licencias y dijimos que veníamos andando”, relató a El Observador el hombre con barba canosa y que se veía muy emocionado por haber conseguido su objetivo.

Salieron de Uruguay el 6 de junio al mediodía, haciendo tramos de 700 kilómetros diarios entre cabras, burros y montañas. “Estuvimos parando un día y medio en Curitiba para descansar y luego en Sete Lagoas, para ver a la selección”, contó la famila, que llegó el día 13 a Fortaleza y el 15 se dirige a Natal. Según Cintia, tienen todo reservado hasta la final, pero solo se quedarán si Uruguay accede. En total, el viaje costará entre
US$ 20 mil y US$ 22 mil.

Al seguir recorriendo la zona de acceso al estadio, uno podía encontrar muchas caras pintadas y niños que casi no caminaban en brazos de sus padres. Cecilia y Pablo, una pareja de Montevideo, llegaron a Fortaleza en avión una semana antes con sus tres niños. “Si llegamos al avión, nos vamos esta noche”, explicó Cecilia.

A menos de media hora de comenzar el partido, un uruguayo deambulaba entre los brasileños que empezaron a llegar sobre la hora. “Tengo una entrada que me sobra, de un amigo que vive en Río... Él es muy bohemio, vive en un morro, y no se movió para llegar hasta acá". El hombre, desesperado por haber desperdiciado US$ 135, tenía la intención de revender el ticket. “Me la quiero sacar de arriba”, dijo entre risas. No era el único revendedor que estaba por la vuelta. Aunque quizá sí era el único capaz de regalarla, debido a la ansiedad que tenía porque lo esperaban adentro y el himno comenzaría a sonar en pocos minutos. Con su peluca celeste y la entrada sobrante en la mano, se perdió entre las personas que apuraban el paso.

Lo que ocurrió dentro de la cancha fue de otra película. Esa cachetada que golpeó duramente a cada jugador uruguayos, también caló hondo entre el público, que no pudo ocultar su asombro. El gran aliento del comienzo, y la locura desatada por Cavani con el tiro penal, fueron desvaneciéndose con cada gol de Costa Rica, hasta terminar en un silencio que fue llenado de inmediato por gritos Ticos y más que nada brasileños. Uruguay pasó por Fortaleza con un gran apoyo de su gente, que llenó las calles de la ciudad y se hizo sentir en cada esquina. Si de demostraciones de amor a la camiseta se tratara, Uruguay no tendría que jugar una final anticipada ante Inglaterra este jueves. Pero la historia depende ahora de lo que suceda en San Pablo.

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