Década de 1980. Separación de hinchadas. Debido a un duro enfrentamiento se decide que la barra de Peñarol vaya a una tribuna y la de Nacional a otra. Con el paso del tiempo se dividió la Olímpica y dos clásicos después la mencionada tribuna queda destinada exclusivamente para el local.
Década de 1990. Se instrumenta la pérdida de puntos por los incidentes que generan los hinchas en las tribunas.
Década de 2000. Se intenta terminar con las entradas de favor. Se para el fútbol. Se crean comisiones.
Década de 2010. Se instalan las cámaras para identificar a los hinchas. Se da paso a la seguridad privada en cada club. Las canchas deben contar con muros de determinada altura y tejidos especiales. Y a lo largo de todos estos años las medidas fueron en aumento: primero la policía no entra a la tribuna, luego ingresan y reprimen, no se venden entradas en las canchas, se va una hinchada antes que la otra, el derecho de admisión. E insólitamente, hora empiezan a ser los protagonistas quienes protagonizan los incidentes.
Siempre, por una razón u otra, la tortuga se termina escapando. El episodio vivido el domingo en Jardines es una prueba más de que, al margen de todas las medidas tomadas, la violencia sigue reinando.
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