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Con la marca violeta en el orillo

El técnico Tabaré Silva, los dirigentes y los hinchas de Defensor Sporting viven un idilio que va más allá de los triunfos del arranque del Apertura
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25 de septiembre de 2012 a las 23:44

"En qué se parece este equipo de Defensor a mí como jugador? Mirá que la hacés difícil”, dice Tabaré Silva, gesticula y se ríe como para distenderse, gana segundos, piensa la respuesta y dispara: “En que yo dejaba todo en la cancha, jugara bien o mal. Y que cuando terminaba el partido estaba muy tranquilo. Eso le pasa a este grupo. También que este equipo es muy solidario, se sacrifica, todos intentan jugar bien, tiran para el mismo lado, saben qué es lo que quieren”.

Es pronto, muy pronto para ponerle adjetivos a la campaña de Defensor Sporting en el Apertura de la temporada 2012-2013, que recién recorrió cuatro fechas y encuentra al equipo fusionado primero junto a Nacional y El Tanque Sisley con 10 puntos en 12 jugados. Sin embargo, el técnico y los jugadores están viviendo un idilio con la hinchada y los dirigentes, que está potenciado por el respeto que se ganó Tabaré Silva, ahora como entrenador, a lo largo de tantos años como futbolista en el club.

No hay abrigo que le gane al frío el martes de mañana en el Franzini, donde el plantel violeta trabajará toda la semana para preparar el partido del domingo frente a Juventud de Las Piedras. Gorro de lana, camperón. Con las manos en los bolsillos, el joven DT va de un lado a otro, no se pierde detalles y marca lo que hay que corregir. Habla poco, pero le llega al jugador con el aporte justo.

“Me encanta ser entrenador”, le dice al periodista, cuando ya terminó el entrenamiento y mientras el rostro otra vez dibuja la felicidad que vive, ya no solo por los triunfos, que sabe son circunstanciales, sino porque está haciendo lo que le gusta. “Me encanta porque siempre me gustó el fútbol, es mi vida. Y me encanta vivirlo de este lado porque analizo los sistemas tácticos, y vos decidís como plantear un partido. Me encanta la interacción con los jugadores y poder armar un grupo que refleje valores importantes. Estoy encima de los jugadores, hablo con ellos sobre con quién viven, cómo viven, si tienen hijos, si son casados. Estoy en esos detalles que son tan importantes como estar bien físicamente. Porque el entrenador tiene que ver todo el jugador, desde el aspecto deportivo al humano, para saber si está para el domingo”, explica.

Silva se formó como entrenador a partir de sus propias experiencias que vivió en el fútbol como profesional entre 1992 y 2007 en Uruguay y Europa, y de la instrucción que recibió en el ISEF, en el curso que empezó en 2005 y culminó en 2007, en la última generación egresada de ese instituto.

Su llegada a los violetas le hicieron recordar momentos de su niñez. “En Defensor jugué 10 años, incluso cuando volvía de España iba a entrenar al Franzini, pero cuando llegué ahora como entrenador y me presentaron a todos los funcionarios en el club, me encontré con gente que no veía desde que jugaba en Séptima. No te imaginás la emoción que significó eso. Ni te cuento cuando entré a Pichincha, miré los cuadros de los campeones y te encontrás ahí, en los equipos de Quinta y Sexta que alguna vez ganaron un Uruguayo. Es reconfortante y te genera muchas cosas fuertes”.

Expresa con orgullo la estructura que tiene el club. “Defensor es un equipo que está muy bien organizado, que al entrenador de Primera le brinda todo lo que necesita para hacer un buen trabajo, porque tiene mucho material en formativas y llegan a Primera bien formados, fundamentados, con muy buenos conceptos tácticos y, lo más importante, que ya no solo los forman como jugadores sino como seres humanos. Te allanan el camino desde todo punto de vista”.

Habla con la experiencia de sus 38 años. “Cuando subí en 1992 al plantel principal de Defensor éramos tres juveniles. Ahora es al revés, son tres mayores y todos los demás chiquilines. Por eso hablás con ellos y les decís que aprovechen las oportunidades que tienen”. Y agrega: “No suelo dar consejos, pero sí transmito mis experiencias a estos muchachos. De todas formas, estamos en Primera, hablamos una, dos o tres veces y si no entienden no estamos para formarlos, sí para orientarlos como profesionales”.

“Que quería ser entrenador me empecé a convencer con el correr de los años. A los 18 o 19 años el fútbol te genera muchas cosas, porque tenés ingresos superiores a la media, pero después, cuando se te termina el fútbol, esos ingresos quedan en cero y te empezás a gastar los ahorros. Entonces tenés que empezar a trabajar en lo que sea para sobrevivir, pero tenés que adaptarte a otro estándar de vida. Yo fui un afortunado que terminé mi carrera como jugador en River Plate y al torneo siguiente estaba dirigiendo” (Tabaré Silva)

Y valora lo que tiene. “El cambio que viví, con relación a las experiencias anteriores como técnico en el fútbol, fueron muy grandes. No desmerezco lo que me dio Sud América y El Tanque, pero cuando uno se encuentra con todo lo que le brinda Defensor, lo valora. En Pichincha tenés cinco canchas de césped artificial y una de césped sintético para cuando llueve, además está el Franzini. Acá solo tenés que preocuparte por trabajar y que funcione el equipo. Es por eso que se ven los resultados y tenés muchas más chances de que te vaya bien”.

Lo más difícil fue su primera vez como DT. “La primera charla como entrenador me costó una enormidad, porque le iba a hablar a algunos jugadores con los que había compartido el vestuario como jugador hasta unos días antes. Pero ahí es cuando empezás a entender el cambio: que vos sos el que toma las decisiones pensando en el equipo y que lo hacés convencido de que es lo mejor. Sé lo que piensan los jugadores, porque estuve del otro lado”.

Y lo peor: “Lo más difícil es decirle a un jugador que no lo vas a tener en cuenta para una temporada. Me pasó varias veces, pero aceptás, a pesar del dolor, que es lo que tenés que hacer”.

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