¿Cómo es la interna del plantel celeste?

¿Le afectó al conocerse la lista para el Mundial no ver su nombre?
No. De la lista me entero por un mensaje de un primo dándome ánimo. Ahí interpreté que no estaba en la nómina y le dije a mi señora que se fijara en Internet. Estaba ilusionado con estar pero también sabía que podía quedar afuera. Lo asumí naturalmente.

¿Influyó el semestre en Nacional su salida del grupo?
Sí porque es colectivo. Yo me sentí bien en el semestre pero si el cuadro no camina todos nos vemos mal. Sirve más andar pésimo y ganar. Lo del clásico fue muy jodido, una tarde espantosa, que quería que terminara antes. Por suerte pudimos clasificar a la Libertadores. La camiseta de Nacional y selección son iguales. Son mis equipos.

Junto a Lugano, Eguren y Abreu eran los referentes del grupo. ¿Lo dejaron solo al capitán?
El liderazgo estaba bueno porque éramos cuatro voces con diferentes características. Yo no soy de gritarles a los jóvenes porque hoy les gritás y se te ríen en la cara. Soy de pregonar con el ejemplo. Primero Andrés Scotti y que los juveniles copien las cosas que uno hace bien. La manera de cuidarse y de entrenarse, porque si digo algo y después no lo hago el grupo se desvirtúa.

¿Cómo son esas diferentes características?
Yo soy muy de la charla mano a mano, de tomar mate y compartir momentos, odio los teléfonos. Eso sí me calienta. Cuando nos sentábamos a comer y estaban con los celulares rezongaba un poco. ¡Bo dejen los teléfonos! El liderazgo de Eguren era parecido al mío. Después tenés Abreu es es más jodón y la Tota (Lugano) es más de imponerse. Una voz de más altura que todos escuchan. Igual hay gurises que son líderes ahora como los Diego (Forlán, Godín y Pérez) que colaboraron mucho para que los juveniles tengan las cosas claras.

¿Cuál es la receta del grupo?
Una adhesión tremenda a la causa y enfocarse más en lo colectivo que en lo individual. A nivel grupal es lo más complicado. Nosotros tuvimos la virtud de que las figuras lo asimilaron bien y ponen primero al grupo.

¿El 21 de mayo de 2006 fue el día más especial de su carrera deportiva?
¿Que pasó? Tengo muy mala memoria. Apenas me acuerdo de mi cumpleaños.

Su debut en la selección mayor ante Irlanda y el debut de Tabárez nuevamente en el cargo.
Fue muy especial. Al doctor Pan lo conozco desde la juventud y siempre supo mi deseo de jugar en la selección. Cuando Tabárez decide convocarme yo jugaba en Rusia y Pan le pidió permiso al Maestro para llamarme él. Por la diferencia horaria me llamó a las 3 de la mañana. Y no pude pegar un ojo en toda la noche. En ese momento arrancó el día para mí.

Con el entrenador hicieron camino al andar de forma conjunta.
Afortunadamente. Tabárez es el tipo que le devolvió el respeto a la selección. Desde los jugadores a la gente. Es el gran fuerte del Maestro, que la camiseta de Uruguay sea respetada de nuevo. Sin duda te digo que Tabárez es más persona que entrenador. Es un tipo excepcional.

Su caso es paradigmático porque nació con el ciclo de Tabárez pero su llegada al equipo fue a los 30 años, como rompiéndo la lógica continuista del proceso actual.
Absolutamente. El debut fue muy raro. Cuando tenía 24 años decía: ¡Me encantaría jugar hasta los 30 años! Era mi objetivo. Pero cuando tenía 30 y pensaba que ya había logrado todo me llegó el llamado de la selección. Encima con ocho años de yapa. Haber sido parte de ese cambio con la camiseta de país me llena de orgullo.

¿Hay aspectos a mejorar en el proceso actual de selecciones?
Siempre se puede mejorar. Hoy la selección uruguaya es un ejemplo porque se logró alinear todo: la idea del cuerpo técnico, los jugadores, la organización y los funcionarios. La parte más difícil son los dirigentes porque son los que más demoran en ponerse de acuerdo.

¿Qué anécdotas de vestuario va a extrañar?
Miles, pero hay dos con Ghana y Argentina muy significativas y que nos reímos siempre. Yo tenía amigos comiendo un asado llorando después del partido con Ghana y yo estaba llorando en el vestuario. Lo lindo es ver las caras de tus compañeros después de ganar esos partidos cuando llaman por teléfono para hablar con la madre, un hermano o la esposa. Esas cosas me las guardo y se van conmigo. La otra es con el Pelado Cáceres que es muy distraído. Estábamos jugando los últimos minutos del alargue con Argentina en la Copa América y cuando termina el partido me dice: ¿Ahora qué pasa, seguimos jugando? ¡Si era por él seguía corriendo dos mil horas y nosotros estábamos muertos aguantando el resultado!