Lucas Cavallini

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Claroscuros aurinegros

Peñarol apronta una semana clave, tras dejar otros dos puntos en el torneo local y donde sólo destacó su actitud
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13 de marzo de 2017 a las 05:00
Lo bueno: recuperó gran parte de la actitud que no mostró en Cochabamba, la semana pasada en su estreno en la Libertadores.
Lo malo: volvió a dejar dos unidades por el camino en este Torneo Apertura, y se le empieza a hacer cuesta arriba.

Además de los aspectos señalados, hay otros en un equipo que sigue buscando su norte, que no encuentra equilibrio, al cual le sobran jugadores de renombre pero le falta formar sociedades, conocer una identidad y no caer en baches enormes en los que ingresa por momentos y que son totalmente aprovechados por sus adversarios.

Así deambula el Peñarol de Leonardo Ramos cuando ya jugó cinco partidos en el torneo local y pese a mantenerse invicto, empató tres y ganó dos, por lo que dejó seis unidades por el camino.
Hay que sumarle a este mismo conjunto de hombres que intenta encontrarse en la cancha, la pobre actuación para el olvido en la noche de Cochabamba, la misma que tienen la obligación de revertir en tres días ante un rival mucho más difícil, en los papeles, como Atlético Tucumán por la Copa Libertadores.

Esa actitud que recobró Peñarol en gran parte del segundo tiempo en el partido del sábado en Jardines y en la que también tuvo mucho que ver la mezquindad que planteó el rival dirigido por Gustavo Ferrín, era lo que más buscaba Ramos luego del porrazo del 6-2 ante Jorge Wilstermann, ese que llegó a golpear hasta en lo más íntimo.

"Los jugadores y todos estamos muy dolidos por lo que nos pasó, es algo que obviamente no teníamos pensado. (Ante Fénix) el equipo intentó de esta manera pedir disculpas por lo que habíamos hecho en Bolivia porque la imagen que dejamos no es la real de este plantel y (en Jardines) demostró esa entereza anímica y la fortaleza mental que tiene para dar vuelta un momento que era complicado", dijo el director técnico carbonero luego de un 2-2 que llegó en la hora pero no dio para festejos.

Y hay más para mostrar los claroscuros aurinegros, esa ciclotimia que tiene últimamente. ¿Cómo puede ser que de jugar tan mal ante Boston River, luego haga un partido perfecto con goleada incluida ante Wanderers? ¿Y ante Fénix cómo sufrió hasta el final sin mostrar el fútbol del Viera? ¿Cuál es el verdadero Peñarol?

Entre lo positivo de Peñarol ante Fénix el sábado se destaca el gran arranque que tuvo en el partido. De pique tuvo tres goles casi hechos en escasos minutos: un tiro de Gastón Rodríguez, que se fue por arriba; un cabezazo de Nahitan Nandez, tras gran centro de Gastón que le tapó notablemente el arquero Darío Denis –la figura de la cancha con tres atajadas decisivas–, y otra llegada de Lucas Cavallini que también tapó Denis.

Lo que quedó en el debe, la falta de ritmo de mitad de cancha hacia atrás hizo que la defensa hiciera agua por el sector derecho. Ni Alex Silva, ni el paraguayo Iván Villalba se mostraron claros y por allí llegó el desborde de Fabián Estoyanoff para el 1-0 de Angelo Gabrielli, ante una salida tardía de Gastón Guruceaga.

Obvio es que cuando no se liga, no se liga en nada y a veces, como el sábado, hasta el juez falla. Daniel Fedorczuk no vio un claro penal de Ignacio Pallas sobre Cavallini en la primera parte, cuando iban 0-0.

Todo se le hizo mucho más cuesta arriba a Peñarol cuando en uno de los pocos descuidos de Lucas Hernández, el Lolo Estoyanoff quedó muy solo ante Guruceaga, quien dejó demasiado claro el segundo palo. Iban apenas 3 minutos del complemento y el encuentro estaba 2-0 para Fénix.

De allí en adelante, la avaricia albivioleta le dio un empujón a las ganas del aurinegro.
Ramos apeló a cambios desesperados. Sacó a Gastón Rodríguez y colocó a Nicolás Dibble y luego entró Diego Rossi por Silva quien se fue silbado y abucheado por la propia tribuna de su club.
La figura táctica se había desarmado bastante, aunque pasó Nandez a ser un lateral-volante por derecha, el Cebolla casi que de volante central y con el último cambio, el ingreso de Mauricio Affonso, este quedó en ofensiva con Rossi por derecha y Cavallini por la zurda.

Finalmente, lo bueno fue el arrojo de Nandez –algo que ya es costumbre–, la clase del Cebolla que tiene chispazos y los goles de ambos para lograr al menos conseguir un empate cuando faltaban solo tres minutos, ante una zaga central que había defendido muy bien y con el golero como figura.
Lo malo: la falta de ideas y la reiteración de centros frontales cuando el equipo se desespera, cuando no encuentra el orden que debe tener y no descarga por las puntas.

Atlético Tucumán está a la vuelta de la esquina y este equipo tiene la obligación de mostrar otro repertorio. No puede volver a repetir lo del año pasado cuando tras dos partidos jugados ya estaba casi eliminado.

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