Assange hablando por una ventana de la embajada ecuatoriana.

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Búsqueda de salida al escándalo Assange

Responsabilidades de Julian Assange y acciones confusas o erradas de todos los involucrados dificultan una salida clara al resonante caso del fundador de WikiLeaks
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20 de agosto de 2012 a las 19:50

Responsabilidades de Julian Assange y acciones confusas o erradas de todos los involucrados dificultan una salida clara al resonante caso del fundador de WikiLeaks. En la génesis de lo que ha degenerado en un desproporcionado conflicto internacional, fue cuestionable que Assange descartara normas éticas al dar a publicidad cientos de miles de documentos oficiales reservados de Estados Unidos. Ha caído además en la ilegalidad en Gran Bretaña al refugiarse en la embajada de Ecuador en violación de la libertad provisional que, ante un pedido de extradición de Suecia, le había concedido el mismo sistema judicial que hace muchos años encarceló a Augusto Pinochet. Al refugiarse en la extraterritorialidad de una embajada, Assange violó su compromiso de presentarse periódicamente ante una dependencia policial y no escapar a territorio extranjero. Y es una sospechosa coincidencia que Assange entrevistara para la televisión rusa al presidente ecuatoriano Rafael Correa poco antes de asilarse en su embajada.
Del otro lado las dudas son muchas. Los cargos de Suecia de violación y abuso sexual a dos mujeres parece notoriamente exagerado, pese al celo con que la legislación sueca protege los derechos de la mujer. Todo indica que se trató de relaciones sexuales consensuadas que luego fueron magnificadas como delitos para explicar el pedido sueco de extradición para un juicio en el país escandinavo. Otro punto nebuloso es la acusación de Assange de que todo se trata de un intento vengativo del gobierno de Estados Unidos para que comparezca eventualmente ante la Justicia de ese país para ser juzgado por las filtraciones informativas de WikiLeaks. Pero en ese caso, ¿por qué el tortuoso procedimiento de que sea Suecia quien pida la extradición en vez de que Washington la requiriera directamente al gobierno británico?
Todo este enredo incluye también la hipocresía del presidente ecuatoriano Correa, que profundiza cada vez más el amordazamiento de los medios de comunicación en su país pero pretende erigirse en paladín de la libertad de información en el caso de Assange al concederle asilo político. Por otra parte, fue un error la reacción inicial del gobierno británico de amenazar con invadir la embajada ecuatoriana, apelando a una vieja ley que lo permite en circunstancias extremas, para sacar a Assange por la fuerza. Correa denunció la amenaza como "grosera" e "intolerable" y lanzó la contraamenaza de recurrir a organismos internacionales. Finalmente el primer ministro David Cameron le bajó los decibeles a su canciller William Hague y actualmente negocia con autoridades ecuatorianas alguna salida más o menos decorosa.
Es obvio que Assange tiene que responder por muchas cosas, incluyendo su violación de la ley británica. Pero poniendo todo en la balanza, el camino menos conflictivo para desactivar esta crisis exagerada es que Gran Bretaña acceda a respetar el derecho internacional de asilo y permita la salida de Assange hacia su extraño refugio en las tierras de Correa. La alternativa ominosa es que el personaje protagónico de este revuelo se quede encerrado indefinidamente en la embajada ecuatoriana, emulando situaciones horrendas del pasado como los 15 años que pasó el cardenal József Mindszenty en la embajada de Estados Unidos en la Hungría comunista. Claro que entre Assange y Mindszenty media una distancia enorme, tan enorme como la que media entre Gran Bretaña y la Hungría comunista.

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