Boston River se llevó una lección de uruguayez

La ilusión de Boston River en la Copa Sudamericana duró más que la de Liverpool, Danubio y Defensor Sporting. Pero también duró poco. No pasó más allá de la segunda ronda ya que ayer el equipo fue eliminado por Cerro Porteño que le ganó este miércoles 4-1 en el Parque Central.

El elenco guaraní –un gran de Paraguay que se reforzó para esta instancia con seis jugadores de renombre– llegó con la ventaja de la ida (2-1) y edificó a partir de ese factor el triunfo.

Estudió al detalle el atildado y vistoso juego de Boston River, un equipo de posesión, de mucha circulación de pelota en la línea media, con capacidad de desborde por las bandas y dos puntas con mucha movilidad.

Ese estudio se transformó en un metódico control sobre las virtudes del equipo de Alejandro Apud que tuvo la pelota pero careció siempre de profundidad.

¿Por qué? Porque los guaraníes apretaron las líneas en defensa y nunca permitieron pases filtrados en su extrema retaguardia mostrándose también firmes en el uno contra uno ante lo que podían proponer los factores de desequilibrio de los locales, como Pablo Ceppelini o Bruno Foliados.

Pero el equipo del colombiano Leonel Álvarez no se quedó en esa parte del libreto –la defensiva– porque eso hubiera supuesto someterse a un innecesario sufrimiento.

Cerro Porteño fue mucho más que un equipo con gran capacidad de marca, recuperación e inteligencia táctica. Adelante fue explosivo, directo y letal, sobre todo porque el puntero Jorge Rojas fue imparable cada vez que desbordó o metió diagonales.

Iban 15 minutos cuando el carrilero Pablo Álvarez se soltó por derecha generando un centro donde William Klingender llegó atorado para definir. Era una señal de que con paciencia, Boston River iba a poder abrir el típico cerrojo defensivo guaraní.

Pero en la réplica, Cerro Porteño encontró un penal en una acción donde la línea de tres defensiva –como en toda la noche– quedó muy abierta, expuesta, y Joaquín Pereyra terminó bajando involuntariamente a Óscar Ruiz, el otro avión que jugó por la banda de Cerro Porteño.

Rojas lo transformó en gol y la serie quedó antes de los 20' iniciales cuesta arriba para el equipo chico ante el grande guaraní.

De tener que trabajar un gol que valía la clasificación, el rojiverde se encontró obligado a buscar dos tantos para forzar una tanda de penales.

Cuando al peso del partido se le sumó el factor psicológico, Cerro Porteño lo pasó a controlar a voluntad. Sin la pelota, achicando espacios y explotando la velocidad de los delanteros.

Boston River tuvo una posesión de 62% en el primer tiempo. Pero fue incapaz de generar una sola opción limpia de gol. La visita nunca lo dejó conectar y cambiar el ritmo de tres cuartos de cancha en adelante.

Y todo se terminó de derrumbar apenas iniciado el complemento cuando Marcos Riveros –una de las figuras de los paraguayos– metió un pase largo para Rojas ante una defensa demasiado expuesta para ser el primer minuto de un tiempo. José Ortigoza llegó solo para estampar el 2 a 0.

Ahí se cayó la estantería. Por el espacio que quedaba en defensa, por la diferencia que había en la cancha entre una voluntad inofensiva y un control implacable.

Juan José Aguilar puso el tercero tras una jugada similar originada por izquierda y William Candia amplió con un remate de afuera del área. Federico Rodríguez puso el de la honra. Boston River quiso, con sus armas, pero no pudo con la lección de uruguayez –o de paraguayez, porque en definitiva las recetas son históricamente similares– que le dio Cerro Porteño.