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Bicho Silveira quiere hacer 200 triples

El basquetbolista cumplirá con un desafío para colaborar con la selección de básquetbol en silla de ruedas. MIrá el video
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27 de octubre de 2013 a las 20:08

Cuando aún no era el Bicho Silveira, Luis ya tenía un objetivo claro: vivir del básquetbol. ¡Y vaya si lo alcanzó! Pero su vida es un constante desafío. Nunca se detiene, ni cuando tenía 15 años y soñaba en Stockolmo, ni ahora que pasó los 40, defendió durante 13 años a la selección nacional, ganó tres campeonatos Sudamericanos, fue cinco veces campeón Federal y dos de la Liga Uruguaya. El sábado 19 de octubre empezó un nuevo reto: meter al menos un triple en cada aro de Montevideo.

Bajo el lema “Hacé más”, hasta el 7 de noviembre Silveira lanzará tiros en unos 200 aros de gimnasios, canchas abiertas, plazas de deportes, plazas de barrio…La propuesta es de Rexona y contiene una acción solidaria: donar equipamiento para el comité paralímpico y en particular para la selección uruguaya de básquetbol sobre silla de ruedas, que participará en el campeonato Sudamericano de Santiago de Chile, clasificatorio para el Panamericano de Toronto 2015.

“La elección de Luis es por lo que significa como deportista. Cumple con la filosofía de Rexona, de hacer más, de batir otro récord” dijo uno de los asistentes de prensa de la agencia que trabaja para la marca.

Al día siguiente de jugar un partido con Tabaré, El Observador hizo parte del recorrido con Silveira. Con una camiseta celeste número 13 llegó a la cancha del Parque Posadas, hizo un par de tiros de calentamiento y embocó el triple. Después se fue al otro aro, sin red, y también cumplió. De ahí se trasladó al gimnasio de Hebraica y Macabi. El pique de la pelota causaba estruendo en la cancha vacía. Al quinto tiro, adentro el triple. Siguió tirando y luego contó una anécdota de cuando fue a la plaza 7 del Paso Molino: “Terminé jugando un 3 contra 3 con los muchachos que estaban ahí. Cuando era gurí iba ahí y jugaba el mismo picado que estaban jugando ellos. Entonces vos llegás y decis, pah, todavía lo puedo seguir haciendo. Vamo’ arriba, vamos a jugar un partidito, y de repente jugaste el día anterior, pero como que la sangre te lleva a eso”.

También recordó que en Capurro entrenaban las formativas cuando concurrió y le pidieron que le diera una charla a los chiquilines. Enseñar a los niños es una de sus pasiones y actualmente, además de jugar en la Liga, es entrenador de las formativas de Welcome. En la plaza de Deportes de la Unión se encontró con uno de sus alumnos. Ángel Arévalo, de 11 años. “Es mini de Welcome, mirá donde lo vengo a encontrar. Y ahora vamos a tirar un triple juntos”. Pero el Bicho no se conformó con eso: armó dos equipos de tres y así terminaron jugando un partido a 20.

En la plaza República Argentina, un padre jugaba al fútbol con sus dos hijos: “¿Le podremos robar el aro un ratito?” le dijo Luis. Y cumplió con su objetivo, a pesar del sol de las tres de la tarde: “Ayer le compré un bloqueador”, contó otra de las asistentes que acompaña al basquetbolista en su recorrido.

La primera vez en la cancha de Yale no pudieron tirar, porque estaban las puertas cerradas. Se fueron a una plaza que está a unas seis cuadras de allí. A un niño le dio vergüenza saludarlo, pero la simpatía del ídolo le ganó.

“Yo admiraba a Tato López, a Fefo Ruiz, a Peinado, a Pierre” -contó Silveira- “y pensaba ¿cuántos jugadores pueden vivir del básquetbol?”. Tenía 15 años y tuvo que decidir entre el básquetbol y el fútbol: “Era golero de River Plate, pero en Quinta el titular era Julio Fuentes, en Cuarta era Julio Fuentes, en Tercera era Julio Fuentes… entonces me quedé con el básquetbol”.

La fuerza de voluntad es una de sus principales virtudes. “Fui a cuatro preselecciones de básquetbol y siempre me eliminaban. Pero si sos terco, los sueños se cumplen. Yo jugaba en Stockolmo, un cuadro humilde, entonces no me miraban tanto. Una vez quedé eliminado de la selección y me fui a entrenar al club. El técnico era Caneiro padre y me dijo, ‘¿qué haces acá? Andate a descansar a tu casa’. Pero no, yo quería entrenar, lo necesitaba. Son piedras que te ayudan a crecer”.

La familia es otro de los motores del Bicho Silveira. Su esposa y sus cuatro hijos. “Ahora tengo un nuevo desafío que es Lara, de dos años. Mi responsabilidad es dar el máximo esfuerzo porque están ellos mirándome. Tengo que dejar todo”. Por eso, cuando le propusieron recorrer Montevideo a puro triple, no lo dudó.

Se viste de jugador y sale a recorrer la ciudad con la pelota bajo el brazo. Pide permiso, le abren las puertas, apunta y adentro. Así es el Bicho Silveira, así fue siempre, un eterno desafiante.

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