Bengoechea, raza de campeón

Febrero de 1993, Gregorio Pérez entra a paso firme a Los Aromos por primera vez y no pide pelotas, conos ni chalecos. Pide un pizarrón y un par de tizas antes de ir hacia la cancha ante la mirada atónita de los funcionarios. ¿Un pizarrón?

El Campeón Uruguayo era Nacional y en su nuevo ciclo como presidente, José Pedro Damiani quería cortar la racha. Por eso designó a Gregorio como DT y la contratación de Pablo Bengoechea, que llegaba de Argentina.

Los jugadores estaban en silencio en Los Aromos. No volaba una mosca, cuando Gregorio escribió las palabras mágicas: "Trabajo, humildad y sacrificio".

Ese sería el lema de Peñarol, la única ley escrita innegociable puertas adentro y la receta para construir una hegemonía. El resto es historia conocida, Peñarol logró el Quinquenio con resultados y remontadas increíbles. El mejor alumno en la escuela de liderazgo de Gregorio fue Bengoechea.

Enero de 2017, Bengoechea reúne al plantel de Alianza Lima y toma la palabra. No hay tizas ni pizarrones pero la intención es fijar un manual y las palabras que se repiten son tres: "Lealtad, entrega y disciplina". No es Peñarol ni Los Aromos, pero la esencia y el auditorio tiene caras conocidas. Óscar Aguirregaray, Modesto Turrén y Luis Aguiar lo miran fijo.

Justamente, Aguiar siente el discurso como propio, ya que entiende la lealtad de la que habla el técnico porque junto a Damián Frascarelli y Diego Forlán fueron los jugadores encargados de manifestar su discrepancia con los directivos cuando el conductor fue cesado en Peñarol. Marcelo Zalayeta, el otro referente de aquel plantel, directamente tomó sus cosas, se fue de Los Aromos y se retiró del fútbol en forma de protesta tras el destrato.

Pero Bengoechea no quería distracciones ni tragos amargos y ya en noviembre de 2016, durante su presentación en Perú, fue claro: "Alianza necesita un título, no jugar lindo". Hacía 11 años que Alianza Lima no salía campeón y las obligaciones eran muchas ante el nuevo desafío.

El resultado sobre el estilo

Si hay algo en lo que Bengoechea no transa, es en la búsqueda del resultado. El riverense se mostró a lo largo de su carrera de entrenador como un técnico de perfil bajo, que le dedica muchas horas al trabajo de campo, muy celoso de la intimidad de su equipo y con una obsesión por el triunfo.

"Al fútbol se gana de todas las formas, saliendo a buscar un partido o esperando y de contragolpe. Para mí, lo único que existe en el fútbol es ganar, de la forma que sea", dijo en Perú cuando fue cuestionado su estilo de juego.

Ese estilo le valió muchas críticas en la selección de Perú e incluso en Peñarol, aunque ganó los dos torneos cortos que dirigió en Uruguay. Por eso la final del Campeonato Uruguayo ante Nacional fue una daga en el pecho para el riverense. Claro que hay ciertas concesiones y el escenario de Peñarol no es el mismo que el de Alianza Lima. En Peñarol encontró un equipo desesperado por salir campeón y por cortar una tendencia de comprar futbolistas a mansalva. En su ciclo aurinegro no solo contrató menos jugadores, sino que potenció juveniles y logró dos torneos cortos.

En Alianza Lima hubo otras condiciones a tener en cuenta: "Aquí se juega en altura, en cancha sintética, en calor, en frío. Los partidos son distintos".

Dos fechas antes del título, cuando los cuestionamientos de la prensa cayeron por el lado de la avaricia en su propuesta, Bengoechea defendió su postura: "No me molesta que digan que Alianza ratonea, a mí solo me molestaría no lograr el objetivo. Solo me preocupa lo que piensan mis futbolistas. Del portón de Matute (complejo deportivo del club) para afuera pueden opinar lo que quieran. Yo lo que intento siempre es proteger a nuestros futbolistas y que crean en el mensaje".

¿Cuál es ese mensaje? Con la escuela de Gregorio y Óscar Tabárez en el ADN, Bengoechea no rehúsa a jugar el balón en largo, buscar buenos cabeceadores y construir los equipos de atrás hacia adelante priorizando siempre el cero en el arco propio. Su sistema táctico favorito es el 4-3-3 pero a la hora de armar los equipos pone por encima el perfil de los jugadores al sistema.

En el reparto de la zona medular siempre apostó a jugar con un doble cinco compuesto de un volante destructor y uno mixto, aunque tiene preferencia por los jugadores de una polivalencia mayor. Por eso en su momento mandó a Federico Valverde a la cancha y por eso optó por jugadores como Luis Aguiar y Rinaldo Cruzado en su actual aventura incaica.

"El equipo tiene que jugar bien y no bonito. Muchas veces dicen que jugamos al pelotazo pero no lo es. Un balón al área puede generar una ocasión de gol. Jugar bien no se diferencia del jugar bonito", dijo el propio Cruzado, que cumplió un rol activo en el campeón.

El equipo de Bengoechea encontró solidez defensiva gracias a un trabajo impecable de Leao Butrón. El arquero terminó invicto en nueve partidos, fue figura en duelos importantes, como Universitario y Sporting Cristal, y un líder consolidado en el vestuario.

A la hora de generar juego, Luis Aguiar tomó la posta con seis anotaciones dentro de un goleo muy repartido. Luis Ramírez, Lionard Pajoy y el también uruguayo Alejandro Hohberg cerraron con tres goles cada uno.

La rebeldía y la rotación también formaron parte del menú del riverense. Hubo tres partidos claves en el torneo que marcaron esa tendencia. Ante Universidad de San Martín, Cantolao y Sport Huancayo logró sumar unidades luego de empezar en desventaja.

A nivel de rotación otra cifra rompe los ojos. En los partidos que disputó en el torneo local, Bengoechea nunca repitió un equipo titular, utilizó todo el plantel (salvo tres juveniles) y apostó siempre a jugadores frescos. La predominancia del físico y la intensidad sobre la técnica fue un valor clave para Alianza Lima.

El análisis numérico es inobjetable. Alianza ganó nueve partidos en 15 fechas, hizo 25 goles y recibió 11 para ser el equipo más ganador, más goleador y más sólido en defensa. Bengoechea sumó un título más a su carrera, logró el objetivo de romper la sequía de su equipo y lo hizo fiel a sus armas: "Lealtad, entrega y disciplina".

Fue un campeón en el manejo de la presión

Dos puntos claves de su filosofía
Ya desde su etapa como entrenador de Peñarol, Pablo Bengoechea marcó el límite claro entre el público en la tribuna y los jugadores dentro del campo. Lejos de la demagogia del jugador número 12, el entrenador riverense siempre hace hincapié en que sus jugadores deben abstraerse del entorno y mantener la concentración.

En un momento de turbulencia en el torneo peruano, Bengoechea fue claro: “Los hinchas pueden estar nerviosos porque no logran un campeonato hace muchos años, pero ellos no patean un tiro libre o cabecean. Los jugadores no pueden contagiarse de ese nerviosismo ni debe influir”.

Desde su condición de ídolo en Peñarol, Bengoechea entendió desde muy temprano que sería un imán de elogios y críticas. Ya como DT no dudó en asumir todas las responsabilidades ante escenarios adversos. “Claro que me inquieta todo lo que le viene pasando al equipo, pero jamás hablaré mal de alguno de mis jugadores, la culpa de todo es mía, exclusivamente mía”, dijo en Perú tras un mal resultado.

Diego Forlán, Luis Aguiar, Damián Frascarelli y Marcelo Zalayeta, cuatro referentes de su Peñarol campeón, agradecieron y valoraron esa condición del riverense para mantener la tranquilidad en el vestuario.

El valor y el legado como DT

Por Sergio Markarian, entrenador de fútbol

Sin dudas, Pablo Bengoechea es un tipo que sabe de esto, jugó en un nivel altísimo y en su carrera sumó experiencia, carácter y nivel. Como entrenador demuestra toda la sabiduría que tuvo como futbolista. Mi vínculo con Pablo fue futbolístico-afectivo en su última etapa como jugador de Peñarol. Él estaba haciendo sus últimas armas como jugador y estaba sintiendo el paso del tiempo. Un día nos cruzamos y le pedí que jugara por la banda izquierda, que abandonara el centro para aprovechar el dribling interno, dosificar el esfuerzo a la hora de correr y sostener los niveles magníficos de rendimiento que había tenido en su carrera. En paralelo había iniciado en mi carrera un proceso de no tenerle miedo a nada y desde la posición de un entrenador respetado y consolidado éticamente pude comenzar a delegar funciones.

Hice con Pablo lo que creí oportuno y se le abrieron oportunidades, pero lo cierto es que le di mucho trabajo, él respondió muy bien y los jugadores siempre lo vieron de una manera especial. Está creciendo y ganó un torneo que es muy difícil. El fútbol peruano es un fútbol complicado por la propia característica del torneo y del país. Hay que jugar en diferentes climas, con temperaturas muy altas a veces, en provincias que quedan muy lejos o a mucha altura, hay que recorrer muchos kilómetros en carretera o en avión y está el tema del piso porque hay muchas canchas sintéticas. Esos elementos hacen del fútbol peruano un fútbol particularmente difícil y Pablo supo ganar la primera mitad. El peruano no siente tanto esa dificultad porque está muy acostumbrado, pero para nosotros es un cambio radical porque en nuestro campeonato local el 80% de los partidos son en Montevideo y si dirigís un grande salís dos o tres veces al año. Pablo quiere evitar las finales y me parece muy inteligente porque su equipo tuvo más mérito que los demás para salir campeón.