Arismendi a la selección: la humildad tiene premio

La humildad de Diego Arismendi está patentizada en la ayuda que recibió en cierta etapa de su vida para agrandar las habitaciones de su casa. En el esfuerzo por salir adelante en una familia numerosa. En su condición humana. En la atención que prestó a cada uno de los consejos que recibió de sus entrenadores. A la pulcritud con la que se presentó a pesar de las carencias. En su llanto en Inglaterra cuando no lograba adaptarse en Stoke City y tuvo que ir a un club de tercera división.

La vida de Arismendi fue una eterna lucha en silencio. Jamás una voz fuera de lugar. Nunca una cara extraña cuando le marcaron un error.

Después de quedar libre en Danubio desembarcó en Nacional donde realizó toda la escalera en las divisiones formativas.

En las juveniles sobresalía por su físico espigado. “Entrenaba a muerte, siempre fue dedicado y el hecho de llegar a las selecciones juveniles a temprana edad lo fue proyectando a nivel profesional”, reconoció a El Observador Gustavo Bueno, uno de sus exentrenadores en las formativas de Nacional.

Dicen que siempre fue reservado, callado. Gustavo Ferrín lo llevó a la selección y lo tuvo en sub 16, sub 17 y sub 20. “Tácticamente es muy aplicado. Tiene el pase corto que es bastante preciso. Tiene peso en las dos áreas, muchos más desde el punto de vista defensivo, buen técnica de marca. Aplicado profesionalmente, muy dócil para todo el aprendizaje, un chico permeable para trabajar, para escuchar consejos, jamás tuve un inconveniente con él. Creo que en algún momento fue capitán de la selección”, admitió el extécnico de Uruguay a El Observador.

En la sub 16 y sub 17 compartía el mediocampo con Christian Paz y Marcel Román. En sub 20 se sumó un nuevo compañero: Mathías Cardacio.

El hecho de realizar la escalera en las selecciones juveniles le permitió al técnico de la mayor, Óscar Washington Tabárez, tomar contacto con Arismendi. Fue allí, en las miles de tardes en el Complejo, donde vieron sus aptitudes físicas.

En 2008, cuando Uruguay peleaba por su lugar en el Mundial y había que subir a la altura de la Paz, no lo dudaron. Diego estaba preparado para el partido más sufrido de todas las Eliminatorias. Jugó los 90 minutos. Fue su único contacto con la celeste.

Luego emigró a Inglaterra donde lo recibió Stoke City. Era el pase para hacer la diferencia económica. Pero en la cancha las cosas no le salieron como pensaba.

Al no tener espacio en el club de la Premier terminó en Huddersfield, un equipo de tercera división. Y se deprimió. Desde Inglaterra llegaron noticias: “Diego está deprimido, llora, me llama”, reveló Vincent de Paul Péricard un exjugador camerunés que fundó la compañía llamada Elite Welfare Management, que se dedica a ayudar a jugadores extranjeros a adaptarse a la ciudad a la que llegan y a sus hábitos.

Pericard dijo “hablamos con Diego tres semanas atrás, y una de las cosas que realmente dejó ver fue su aislamiento. Estaba de muy poco humor y deprimido”.

Fue cuando decidió que era tiempo de volver a empezar. Nacional lo recibió nuevamente para dar pelea. Pero otra pelea, en un clásico, determinó problemas judiciales y hace poco debió cumplir 16 días de prisión domiciliaria.

Pero jamás bajó los brazos. Volvió y clavó dos golazos. Hoy, después de seis años, su humildad, su silencio, su lucha, tienen premio: Tabárez lo reservó para la selección.