Sebastián Abreu

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Abreu, ¿ídolo, hincha o profesional?

Sebastián Abreu resuelve su futuro en Nacional con la presión de la gente que lo empuja a volver a cualquier precio, con el corazón de hincha que le dice que regrese y con la mente fría para no perder dinero y lograr un buen contrato
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09 de enero de 2013 a las 21:14

El hincha uruguayo no tiene término medio. El futbolista que se va y no regresa al club que lo formó será siempre considerado un desagradecido. No importa si va a ganar más dinero en otra institución. En estas historias de tribuna ser incondicional es lo que vale. Y eso no tiene vuelta.

Hay miles de ejemplos. Pero hagamos foco en uno de los últimos. Acaso porque fue el más comentado de los últimos tiempos. La vuelta del Chino Álvaro Recoba a Uruguay.

El Chino mandó un aviso desde Europa. Luego declaró que algún día le gustaría jugar con su amigo Antonio Pacheco. Y en Peñarol le brillaron los ojitos a varios dirigentes que no podían creer el centro que recibían. Pero claro, Nacional, que lo había arropado y le dio más repercusión, salió de inmediato al cruce. El delegado Alejandro Balbi tomó la bandera. Se generó una polémica mediática.

Recoba optó por el camino del medio. El corazón pudo más. Volvió a su primer amor. Fue la locura en Danubio. El mejor regalo que podía recibir un hincha de equipo en desarrollo. La vuelta a las fuentes del que se fue niño y volvió hombre, pero ahora con fama y marketing.

Recoba cambió la comodidad del Centenario por volver a la incomodidad de recorrer las canchas. Claro que también resignó dinero. No ganaba ni por asomo lo que generaba en Europa, pero en cuestiones del corazón poco importa la plata.

Pero mire como son las cosas. La experiencia no funcionó. Y el Chino optó por cambiar de aire. Nacional le abrió la puerta. Y en Maroñas pasó a ser el diablo.

Entonces, aquellos que lo silbaron cuando volvió vestido con la franja al Parque Central, ahora se paran para aplaudirlo. Así es el fútbol.

El tiempo pone al minuano Sebastián Abreu en una situación de similares características.

El Loco no tiene que optar entre dos clubes, sino que negocia con Nacional su posible regreso. Pero los puntos en común están en el sacrificio que debe hacer para volver.

Entonces el minuano está arrinconado entre el ídolo, el hincha y el profesional. La gente lo empuja, el corazón le late a mil pero la razón lo baja a tierra.

La situación es clara. Abreu gana mucho dinero en Brasil y tiene contrato vigente con Botafogo hasta el año 2014.

Como él mismo expresó, si quiere se instala en Río de Janeiro, toma una silla reposera y se sienta a tomar mate todos los días en las playas cariocas a cambio de más de US$ 2,5 millones que le deben pagar por cumplir la totalidad su contrato.

Pero el corazón responde de otra manera. Y la posibilidad de regresar al club del que es hincha lo vuelve loco, vaya paradoja.

Ya se imaginó cumpliendo el sueño de salir al campo de juego del Gran Parque Central de la mano de sus hijos.

Ya soñó con los goles clásicos que marcaron su carrera y el amor incondicional de los parciales de los tricolores.

El amor del Loco por Nacional es tan grande que se compró un palco para mirar los encuentros cómodamente instalado.

Pero acá entra a pesar el aspecto profesional. Al fin de cuentas, Abreu vive de su trabajo.

El Loco percibe un salario que ronda los € 100 mil mensuales. Y no es para andar regalándolos, se podrán imaginar.

Y finalmente se debe tomar en cuenta al ídolo. Que en algunos aspectos va de la mano con el hincha.

La gente de Nacional idolatra a Abreu a limites insospechados y sueña con su regreso. Lo empuja para que tome la determinación de volver, sin medir costos ni consecuencias.

Para el parcial común, ese que moriría por jugar al menos un partido gratis, por el simple hecho del honor que significaría vestir la camiseta, no existe esta historia del dinero cuando se trata del equipo de sus amores.

Entonces están aquellos que defienden la idea de que el minuano debería resignar algo en lugar de pensar tanto en lo económico.

Se formó una bola tan grande que el propio Abreu debió salir al cruce de todas las versiones.

En todo momento se mostró cauteloso. Hace poco expresó en una entrevista con la radio Sport 890 que “con los trofeos no voy a pagar el colegio de mis hijos”.

Pero al hincha le quedan los gestos de aquellos que brindaron otras muestras. Al fin de cuentas es hincha.

Y acá entra en juego la comparación con Recoba. El Chino, cuando decidió volver, no puso exigencias económicas sino que expresó que el dinero era secundario. Entró ganando 1 a 0.

En poco tiempo se define el futuro del Loco más cuerdo del fútbol uruguayo.

Por estas horas Abreu vive la definición con el traje de ídolo, hincha y profesional.

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