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A otra historia: ¡Volvió Peñarol!

La mejor versión de Peñarol cortó una racha que le pesaba y le ganó con autoridad a Nacional
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17 de septiembre de 2017 a las 22:30
Minuto 64', el palo devuelve el remate que en velocidad, con gran potencia y precisión manda al arco Tabaré Viudez. Martín Lasarte expresa gestualmente la sensación de impotencia. No puede creer tanta mala suerte en una tarde que se le había planteado cuesta arriba tras la expulsión de Diego Polenta a los 33', en la que nueve minutos antes Ramón Arias había salvado un gol increíble en la línea –que el técnico había empezado a festejar– y en la que veía que el equipo se le iba a caer otra vez, como ya le había sucedido en las dos últimas semanas ante Plaza Colonia y River Plate. La suerte de Nacional estaba echada. Un poco por esa falta de fortuna y mucho porque el segundo tiempo le había devuelto un partido que no esperaba y que lo incomodaba, con Peñarol protagonista, manejando la pelota al ritmo que planteaba ese doble cinco que descubrió Leonardo Ramos con Walter Gargano y Cristian Rodríguez. Fue entonces cuando definitivamente Lasarte y el hincha de Nacional habían comprendido que aquella racha de 1.238 días sin derrotas en los clásicos tenía fecha de caducidad.

Entonces, el cierre del encuentro fue una tortura para Nacional, ya no solo por el "ooole" que bajó desde la Ámsterdam y una parte de la América, sino porque los tricolores perdieron un partido que en lo previo tenía ese rumbo signado, por la forma en que llegaba Peñarol y las debilidades con las que cargaba el equipo de Lasarte.

Un rumbo que Nacional intentó torcer con un arranque demoledor, y que buscó cambiar, pero que acabó en el lugar que tenía marcado.

Para Peñarol fue una fiesta. De esas que el hincha estaba esperando desde hacía tiempo. Una fiesta que no inició bien, porque Nacional comenzó mucho mejor por la forma en que saltó a la cancha. Incisivo, profundo. Jugando con una intensidad impropia para un partido de 90 minutos. Con Sebastián Fernández, Rodrigo Aguirre y Tabaré Viudez imprimiéndole un vértigo que incomodaba a Peñarol. Con un equipo bien plantado con un 4-3-3. Con velocidad puso en aprietos a Varela, y en los primeros 15 minutos generó dos situaciones de gol. No terminaron en la red porque faltaba un 9, y cuando Fernández cayó en ese lugar y tuvo que hacer de goleador, falló en el intento.

Después que a los 19' Ferreyra no sancionó un penal a favor de Peñarol por mano de Espino, lentamente se moderó el partido.

Le fueron bajando la intensidad al juego, y el resto del primer tiempo transcurrió sin sorpresas ni sobresaltos.

El partido tenía reservado un final soñado para los aurinegros, y un castigo al que no estaba acostumbrado el tricolor. Porque el punto de quiebre del clásico lo estableció Peñarol en el inicio del segundo tiempo, cuando se encendió el equipo de Ramos y mostró su mejor versión, con la que lidera invicto el Clausura. Gargano-Cebolla, ese descubrimiento del técnico –como el de Nandez como volante externo en el primer semestre–, le dio al equipo la versatilidad que necesitaba. Desde ese mediocampo, el fútbol fluyó solo. Varela incomodó con sus subidas por derecha, Maxi Rodríguez asumió su rol de figura internacional, Viatri hizo el trabajo sucio que no luce pero que brinda un valor agregado al fútbol de su equipo, y fueron descubriendo espacios en un rival que se encerró en su propia trampa. Que no tenía a Polenta, bien expulsado y que por su actitud comprometió al equipo. Salió parcialmente de ese ahogo cuando Viudez se vistió de protagonista y de sus pies salieron las dos situaciones de gol que pudieron cambiar el partido, pero que finalmente no lo apartaron del rumbo. Entonces, Cebolla marcó de penal, en una falta que no existió, y Rogel convirtió en su propio arco.

Nacional terminó sin fútbol, sin alma y sin reacción. Desbordado en todos los aspectos, se quedó sin argumentos para dar vuelta el juego. Peñarol, fortalecido, sobrado con la pelota, se sacó esa mochila de 12 clásicos sin ganar que tanto pesaba y festejó doble porque demostró su jerarquía y ganó con autoridad en un partido que marcó el campeonato y le devolvió la alegría.

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